No podemos confiarnos y olvidar que el descuido de nuestras obras de infraestructura, en cualquier momento pueden desencadenar consecuencias catastróficas, pues son elementos fundamentales de la vida urbana que pueden o no estar en riesgo.
Espiritualidad
No se deje marchitar con las malas vibras
Hay muchas plantas que, por no estar pendientes de ellas, se nos van marchitando. Con nosotros, los seres humanos, pasa algo similar: si no nos cuidamos, empezamos a ‘morir por dentro’.
Eso ocurre cuando sucumben nuestras esperanzas, cuando dormimos los anhelos durante largo tiempo y cuando convertimos la vida misma en un ‘caudal de pesadillas cotidianas’ que terminan menoscabando nuestro entusiasmo.
Esas imágenes marchitas suelen verse detrás de las oficinas de muchas empresas, con aquellos empleados que se la pasan bostezando en su diario vivir; en aquellas relaciones de parejas que, a punta de celos y de maltratos, le dan una auténtica estocada al verdadero amor; y en aquellos hombres y mujeres que magnifican sus miedos y convierten cada reto personal o profesional en un mar de ansiedades, de inseguridades y de nervios.
Lo peor es que, casi sin notarlo, esas almas marchitas terminan descargando sus frustraciones entre los que están a su alrededor, convirtiendo el entorno en una borrasca de emociones negativas, agotando a la gente, haciendo sentir bien pesado el ambiente y, peor aún, consumiendo sus propias energías y alegrías.

Es cierto que los tiempos actuales no son fáciles. De hecho, hemos sido más propensos a experimentar acontecimientos emocionales traumáticos que nos han implicado pérdidas, como la muerte de un ser querido, la desintegración de nuestros entornos familiares o algunas situaciones complicadas con nuestras parejas.
Y entre las malas vibras se encuentran otras fuentes de estrés, como los reducidos ingresos económicos que, sin lugar a dudas, hacen más traumática nuestra realidad.
No podemos permitir que el óxido de nuestros remordimientos y rencores se crezcan y nos enclaustren.
Tampoco podemos desahogar frustraciones, tristezas y negatividades por doquier, porque así seguiremos sembrando dudas y seremos incapaces de crecer.
Es preciso dejar de desplegar esos ataques de rabia, de tristeza, de vacío, de desdén y de abatimiento, los cuales terminan haciéndonos mucho daño.
No podemos seguir entristeciendo al Espíritu Santo de Dios. Desterremos desde ya cualquier indicio de amargura, enojo, ira o maledicencia.
Es preciso darle un vistazo a la esperanza, apostarles a las nuevas oportunidades y buscar salidas a nuestras angustias existenciales.
Levantemos el ánimo y con todas nuestras fuerzas abrámonos camino frente a la adversidad de las circunstancias, sin ‘peros’ ni excusas. ¡O nos motivamos o nos marchitamos!
EL CASO DE HOY
Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo electrónico: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Diseñé desde pequeño mi gran sueño de grande. Anhelo tener mi propia empresa, pero eso hoy me implica dejar un trabajo tedioso que me da garantías y estabilidad, aunque no me hace sentir realizado. Tengo que confesarle que no logro cristalizar nada de lo que me he planteado como hombre independiente. Hay algunas personas que también me desaniman y me vaticinan que no podré tener mi propio proyecto. Siento temores y no sé si renunciar, pues no creo que pueda avanzar lo suficiente en la idea de negocio que tengo. ¿Qué me recomienda? Gracias”.
Respuesta: Si se sigue llenando de miedos, ellos seguirán paralizándolo, y por ende, no lo dejarán avanzar en ese anhelo de ser independiente.
Es mi deber decirle que la ‘autonomía’ que usted requiere está más relacionada con la capacidad de controlar su propia vida, que en renunciar y dejar ese trabajo “tedioso” que, según me escribe, no lo satisface en la actualidad.
Es claro que debe saber hacia dónde ir y no tiene por qué esperar que los demás le digan qué hacer.
También la independencia tiene que ver con sus capacidades para asumir el momento que vive, buscarle salidas a su situación laboral y lograr un equilibrio entre sus aspiraciones y sus reales posibilidades de dejar esa fuente de ingresos que hoy tiene.
¿Por qué le presta tanta atención a lo de ‘afuera’?. Lo menciono porque la opinión de los demás, en lo que tiene que ver con su sueño, no deben desviarlo de su proyecto de vida. Aprenda a marcarles límites a quienes pretenden limitar sus metas, lo que no implica escuchar sabios consejos. Pídale serenidad y sabiduría a Dios, para que le permita ir por el camino adecuado.

REFLEXIONES CORTAS

* Debemos tener la confianza suficiente como para lograr cristalizar nuestras esperanzas. Brindémonos la oportunidad de cambiar, de mejorar y de recuperar el entusiasmo. Es fundamental tener una perspectiva diferente y, sobre todo, crear un espacio interior de renovación.
* William Morris decía que “el verdadero secreto de la felicidad es que sienta un genuino interés por todos los detalles de la vida cotidiana y los eleve para hacer de ellos un arte”. Así las cosas, encienda desde ya la luz del entusiasmo y dele claridad a su proyecto de vida. ¡Jamás se apegue a lo que lo apaga!
* No siempre consigue lo que quiere, pero tarde o temprano la vida le concederá aquello que se merece. Siga su camino con perseverancia y nunca dude de sus capacidades. Recuerde que si su ‘piloto’ de vuelo es Jesús, las turbulencias ni siquiera se sentirán y el camino le será más grato de recorrer.
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Periodista de Vanguardia desde 1989. Egresado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y especialista en Gerencia de La Comunicación Organizacional de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del equipo de Área Metropolitana y encargado de la página Espiritualidad. Ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
eardila@vanguardia.com