No siempre se llega primero y no por eso se acaba el mundo
Una controvertida frase, que suele ‘hacer carrera’ en los torneos y que incluso es una filosofía para muchos competidores profesionales, reza así: “Después del primero, todos son perdedores”.
También se dice, de manera capciosa, que “el segundo siempre será el primero de los perdedores”.
No sé si esté de acuerdo o no con ese ‘juego de palabras’, pero soy de los que piensa que no hay que afanarse tanto por ser el vencedor.
No todo tiene que salirnos perfecto y, sin ánimo de ser resignados, la misma cotidianidad suele presentarnos desvíos inesperados.
La vida no es un libreto que se tenga que cumplir al pie de la letra. Además, “no hay mal que por bien no venga”.
¿A qué voy?
A que definitivamente se puede tener una visión optimista de la realidad, pero ella también puede contemplar contrariedades. No obstante, de todos los traspiés se pueden extraer enseñanzas e incluso muchos de ellos nos permiten reinventarnos.
Tal vez no deberíamos ir por la vida más rápido, sino más concentrados. Y si algo que soñamos no nos sale, no es el fin del mundo. No podemos sumergimos en la frustración solo porque lo que habíamos presupuestado no se nos cristaliza.
Por el afán de ser el líder y ganar a como dé lugar, vivimos de prisa y vamos nutriendo la ansiedad que nos limita y nos impide disfrutar el presente.
La verdad es que perdemos demasiada energía preocupándonos por los resultados finales. Así las cosas, nos perdemos el paisaje que nos ofrecen los recorridos de la vida.
Si aprendiéramos a disfrutar el ‘día a día’, con sus altas y bajas, no viviríamos tan amargados.
Debemos aprender a dosificar nuestras acciones, a controlar nuestras actitudes y sobre todo a tranquilizar la mente.
No ganar no significa perder. Cada competencia deja lecciones y experiencias de vida, y también nos permite ser resilientes.
No podemos hacer todo al mismo tiempo. Debemos comenzar de a poco para ir despejando el camino. ¡Claro! Hay que tener presente que, a medida que avancemos, las cosas pueden tener giros insospechados.
Reitero que es indispensable disfrutar el camino, sin caer en la trampa de que solo debe existir un final. La meta la vamos alimentando y rediseñando en la medida en que las circunstancias se nos vayan dando.
No les tengamos tanto miedo a los imprevistos o a los tropiezos, todos tienen un sentido y una razón de ser.
Lo que venga, recibámoslo con dignidad. Finalmente al lugar donde pretendamos ir se llega sin prisa y, al mismo tiempo, sin pausa. Todo se debe asumir bajo la serenidad del momento que nos corresponda vivir.
BREVES REFLEXIONES
1. Que pase lo que tenga que pasar.
2. Que llegue quien tenga que llegar y que sea bienvenido.
3. Que se vaya quien se tenga que ir y que se le deseen mil bendiciones.
4. Que se tome la decisión que se deba tomar.
5. Y si su historia debe terminar, que usted ya haya hecho lo suficiente.
* No hable de lo que no ha visto ni condene lo que usted jamás ha sentido. Cada uno sabe el dolor que carga, el peso que lleva, la dificultad por la que atraviesa y las batallas que debe librar. Todos tenemos nuestras propias historias de vida y, por ende, nadie distinto a nosotros puede criticar nada.
* La acumulación de pensamientos negativos crea un patrón de conducta que, a la larga, perjudica gravemente al afectado. Jamás permita que la ignorancia, el odio, la envidia y el tono pesimista de ciertas personas le dañen el día. No permita que nada le frene sus posibilidades de ser feliz.
¡CUÉNTENOS SU CASO!
Las inquietudes suelen asaltar a nuestro estado de ánimo, sobre todo en esta dura época. Pero con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Cuéntele su caso a Euclides Kilô Ardila al siguiente correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:
Testimonio: “No sé por qué, pero varias personas de mi entorno se la pasan criticándome y hablando mal de mí. ¡Eso me irrita con demasiada frecuencia! No entiendo esas habladurías, pues yo me considero un buen ser humano. Además, todo lo que he conseguido ha sido en franca lid, sin mayores pretensiones que las de avanzar con honestidad. Si bien tengo claro eso, a veces me desanimo ya que, quiéralo o no, debo convivir con este tipo de gente. ¿Qué debo hacer?”.
Respuesta: Es relativamente ‘normal’ que se sienta incómodo y que el enojo comience a invadir su corazón por la forma injusta como hablan de usted.
Sin embargo, no deje que nada lo desanime, menos por las feas intenciones de los demás. Permitir que tales murmuraciones lo afecten solo hace que se le arruine su cotidianidad. Obviamente no puede permitirles a esos detractores que le roben su paz ni su energía.
El daño no está en las palabras que usen en contra suya, sino en cómo las interprete usted.
Recuerde, eso sí, que ‘si los perros le ladran es porque usted va adelante’; además, como dicen en el argot popular, ‘hasta una patada en el trasero lo empuja hacia adelante’.
De manera precisa, tome lo que está viviendo como un impulso para ir más lejos y, si los demás no lo pueden admitir, déjelos que se mueran de la envidia.
Lo que tiene que hacer es seguir mirando su vida con optimismo y, en la medida de lo posible, no tomar ninguno de esos comentarios insulsos como algo personal.
Pídale a Dios sabiduría para saber actuar cada vez que escuche a ese tipo de personas.
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Periodista de Vanguardia desde 1989. Egresado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y especialista en Gerencia de La Comunicación Organizacional de la Universidad Pontificia Bolivariana. Miembro del equipo de Área Metropolitana y encargado de la página Espiritualidad. Ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
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