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Espiritualidad
Viernes 23 de agosto de 2019 - 12:00 PM

Para qué se aferra Es mejor volar y explorar

A veces insistimos en conservar a toda costa una relación, un trabajo o un estilo de vida sin pensar que, por tanto apego, estamos perdiendo otras buenas oportunidades.

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¿Es usted de esas personas que se aferran hasta más no poder a lo que tienen? Me refiero a ese puesto en la oficina trabajo, a esa relación de pareja, a sus cuentas bancarias, a su carro, a esa casa vieja en la que vive desde hace décadas, en fin...

Le estoy hablando de los apegos a esas personas o a aquellas cosas con las que quiere estar toda la vida y que, por ende, jamás soportaría perder.

¿Por qué me surge esa inquietud?

Porque a veces comenzamos a ver que todo está cambiando y, de alguna forma, nos empezamos a estresar.

De repente nos damos cuenta de que todo eso que tenemos se nos podría escapar en un abrir y cerrar de ojos y, ante ese presagio, surge un miedo tremendo que nos carcome el alma.

¿Le ha pasado?

Es normal que haya sentido eso. A mí me pasa y con frecuencia. No obstante, no me puedo quedar petrificado con ese fantasma porque, de manera literal, me estanco.

La clave es soltarse; mejor dicho, desapegarse.

Si bien el desapego no puede ser catalogado como indiferencia o como ‘mandar todo a la porra’, déjeme decirle que amarrarse a una relación, a un lugar, a determinados momentos o situaciones que se nos vuelven ‘cómodas’, en síntesis, no le permitirán crecer ni mirar hacia el frente.

Además, al quererse aferrar a algo, sobre todo a ciertas cosas tóxicas, puede ser un grave síntoma de inseguridad causado por una necesidad de atención derivada de varias razones y de faltantes en su vida.

Cuando hay demasiado apego es probable que usted pueda haber tenido un problema en su niñez o adolescencia en sus relaciones interpersonales, que le causaron inseguridad ante cómo se percibe a sí mismo y ante los demás.

Quiero decirle, primero que todo, que debe empezar a identificar la raíz por la cual se siente así para poder darle una solución.

Es decir, la idea es que se responda cómo se está percibiendo a sí mismo respecto a quien es -con sus cualidades y defectos- y más a profundidad sobre qué cree que tiene para ofrecerles a los demás.

La pregunta del millón es: ¿Lo que hace por los demás lo hace efectivamente por ellos o por la necesidad de hacerles sentir que necesitan de usted?

Cualquiera de las dos opciones tiene una justificación completamente diferente.

Si es la primera puede ser que su miedo a perder a los demás tenga que ver simplemente con miedo a lo desconocido y salir de su zona de confort.

Pero si es la segunda es porque su autoestima y su percepción respecto a su forma de relacionarse con los demás está mal orientada.

Yo le recomiendo empezar a identificar en cuáles aspectos de su vida ha sentido que lo que ha logrado lo ha hecho por sí mismo.

Es decir, a nivel profesional, por ejemplo, qué tanto han tenido que ver sus relaciones para estar dónde está. ¿Está ahí por ellas o por su capacidad?

Si hablamos de relación amorosa, como pareja han crecido mutuamente o solo uno de los dos se ha ido convirtiendo en una mejor versión de sí mismo con los años.

Con esto le quiero decir que lo importante es que aprenda a autoreconocerse como individuo para ver qué tanto ha logrado en su vida por sí mismo y no en función de los demás.

¿Está realmente satisfecho con eso o siente que aún le falta hacer más por usted mismo?

Cuando pueda identificar eso se dará cuenta de que hay muchos aspectos de su vida que desconoce y que por múltiples razones se ha negado a ver durante toda su vida.

Nunca es tarde para comenzar a ser la persona que quiere ser.

Y si lo hace desde una plena conciencia no solo cambiará la visión que tiene de usted, sino de su forma de relacionarse con los demás.

Insisto en que la clave es soltarse, no aferrarse.

Ánimo, no hay tiempo que perder para ser feliz. ¡Un abrazo y muchos éxitos en su vida!

EL CASO DE HOY

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento siempre tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Hábleme de ellos para reflexionar al respecto en esta sección. Envíeme su testimonio al correo: eardila@vanguardia.com En esta columna yo mismo le responderé. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “La sensación de haber vivido en un mundo vacío me atormenta. Tengo 45 años y siento que no he hecho nada: he mantenido relaciones sentimentales fallidas, no asciendo en mi trabajo, mis cuentas bancarias no son las mejores y en general siento que no tengo norte. A veces pienso en ello y me aterra. ¿A usted le ha pasado algo similar? Si le ha ocurrido, ¿Qué hizo para salir de esa angustia existencial? Quisiera un consejo suyo. Se lo agradecería”.

Respuesta: La vida está llena de momentos en los cuales tenemos que hacer un recuento para saber en dónde estamos y hacia dónde vamos.

Aunque desafortunadamente usted lo encontró un ‘poco tarde’, déjeme decirle que aún hay tiempo de empezar a reestructurar su vida a partir de la crisis que está viviendo en este instante.

Lo primero que debe entender es que la vida está llena de etapas que inevitablemente tenemos que vivir, y aunque muchas no son tan agradables hay que enfrentarlas y sacarles el mejor aprendizaje que podamos.

Por ejemplo, esa situación por la que usted está pasando la viven otras personas a los veinte años, otras en sus treinta, y otras incluso mucho más tarde que usted.

A mí me sorprendió esa etapa muy joven, por ahí a los 22 años. Ocurrió justo cuando padecí un golpe fuerte en mi vida: murieron mi padre y mi madre.

Con el vacío de la ausencia de las dos personas más importantes de mi mundo, no sabía qué hacer y creía que me perdería más. No obstante, entendí que tenía mucha vida por delante.

¿Qué le pretendo decir al referirme a mi historia personal?

Que lo importante es identificar por qué se siente así y qué puede hacer al respecto para mejorar su percepción de sí mismo y de su vida.

¿Qué hice yo cuando me sentí vacío?

Pensé en los valores que me inculcaron mis padres y entendí que ellos representan la esencia de lo que considero importante en mi vida.

Son prioridades que me indican cómo actuar en cada situación y cuál es la mejor manera de invertir mi tiempo.

En mi caso, la honestidad y la paz interior son dos de mis valores principales, y por eso no me amilané ante la adversidad y decidí llenar todo ese vacío tratando de ser una buena persona. No sé si lo haya logrado, pero le garantizo que duermo en paz al llegar a casa.

Le recomiendo que antes que nada deje atrás el pasado. Debe entender que de nada vale lamentarse por los errores o las malas experiencias que haya tenido antes, pues lo que importa es el ahora. Una vez tenga esto claro lo que sigue es identificar cuáles cosas de su vida actual no le gustan y desea cambiar. Cuando las analice piense qué estuvo mal en cada una o qué patrones ha repetido que le lo han hecho caer los mismos errores. Esto es importante si quiere tener una plena conciencia de sí mismo, para que a partir de ahí se pueda poner metas reales que satisfagan los deseos personales que tiene.

Si no hace este ejercicio de manera honesta difícilmente podrá lograr ponerse objetivos ante lo que quiere para su vida.

Sé que con mucha honestidad, disciplina y asertividad podrá comenzar a ser la persona que quiere ser.

Muchas bendiciones y que Dios lo bendiga.

REFLEXIONES SUELTAS

Concepto

La felicidad le llega justo cuando lo que usted piensa, lo que dice y sobre todo lo que hace están en armonía.

Propósito

¡No hay casualidades sino propósitos! Cada cosa que le pase le enseña a mirar hacia el frente para avanzar.

camino

Si no consigue el camino, constrúyalo. Se puede perder, pero al final llegará justo al sitio que tanto anhela.

Inquietud

No cargue más de lo que pueda llevar. ¿Para qué toma maletas que no le corresponde asumir en la vida?

Dar y quitar

Cuando da sin esperar nada por ello, su ser tiene éxito. Y cuando quita algo a alguien, el que triunfa es su ego.

Cuadrar

No tiene que encajar en todas partes, basta con cuadrar entre lo que piensa, dice y hace en su entorno.

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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