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entretenimiento/espiritualidad
Viernes 13 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Ser espiritual no es tapar el sol con las manos

Ser espirituales no es dejar de ser reales, ni hacer como si no nos pasara nada. La idea es ser más responsables de nuestras vidas y trascender con buenos propósitos. La espiritualidad nos obliga a estar en coherencia con nuestra propia realidad.

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Algunos se refugian en las frases espirituales o en las plegarias y se quedan anquilosados en ellas, pretendiendo que todos sus problemas se les resuelvan en un abrir y cerrar de ojos.

Lo peor es que se la pasan atrapados en unas ‘burbujas’ que, una vez se revientan, los hunden en las más profundas crisis ante la imposibilidad de asumir sus propias realidades.

Los que piensan de esa forma tergiversan el significado de la espiritualidad. Reitero que no podemos quedarnos en leer textos motivadores y seguir con los brazos cruzados, esperando que la vida se nos resuelva de una.

¡Del cielo nada nos caerá!

Con estas palabras no pretendo mezclar la espiritualidad con la religión o con los dogmas, ni tampoco quiero criticar credo alguno.

Sin embargo conozco a muchos ‘rezanderos’ o sabios de las frases bonitas, de esos que gritan a todos los vientos sus actos de fe, que no son capaces de controlar sus propios vacíos internos.

Lo cierto del caso es que nuestros problemas no se solucionan sólo persignándose, cerrando los ojos y quedándonos a la espera de que todo fluya.

Tampoco podemos ser tan incoherentes de decir ‘una cosa’ y ‘hacer otra’. No nos puede pasar lo mismo que le ocurrió al que nos daba consejos de ‘cómo salvar nuestros matrimonios’ y a final él mismo terminó asesinando a su esposa.

Existe una realidad que hay que asumir, no sólo con la mayor dignidad del caso sino también con acciones concretas.

Nuestra alma intuye soluciones, pero hay que cristalizarlas; nuestros pensamientos pueden llevarnos a la oración, pero hay que convertir esa plegaria en un bálsamo real para la cotidianidad; y los mensajes motivadores son buenos, pero hay que ponerlos en práctica. En síntesis, hay que ponerle el pecho a la brisa.

Las buenas intenciones se quedan en letra muerta si nos negamos a actuar. No se puede ‘escapar de la rutina’ desconociendo la cotidianidad.

Podemos captar con nuestros sentidos lo que el alma nos grita, pero también debemos asumir los problemas y las consecuencias de nuestros actos.

Es cierto que la vida espiritual nos llena fe y nos trae calma. Sin embargo, la espiritualidad, aún siendo amor, no es idolatría; aún siendo confianza en sí mismo, no es sobradez; aún siendo fe, no es una fórmula que se escribe y le trae la felicidad a su puerta.

Tal y como ocurre con los analgésicos o los antidepresivos, la espiritualidad puede ser un ‘saludo a la bandera’ si optamos por usarla de forma inapropiada.

En otras palabras: ser espiritual no puede convertirse en una forma de evasión, en una huida, en una ilusión, ni mucho menos puede ser una adicción.

Nos corresponde enfrentar nuestras vicisitudes y para ello será preciso hacer un ejercicio sincero y profundo de autoanálisis. No podemos seguir utilizando la estéril fórmula de ‘hacernos los de los oídos sordos’ y quedarnos esperando a ver qué pasa.

Si no les prestamos atención a las circunstancias de nuestro mundo emocional, nos estaremos exponiendo a que luego tengamos que enfrentar esos mismos problemas, pero de una manera dolorosa.

Hay que pasar de la teoría a la acción y vivir, sin que por ello tengamos que tapar el sol con nuestras manos. Termino recalcando este ‘juego de palabras’: ¡No se puede vivir negando la vida!

¡CUÉNTENOS SU CASO!

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo asfixian en la actualidad? Háblenos de ellos para reflexionar al respecto en esta página. Envíe su testimonio a Euclides Kilô Ardila al correo: eardila@vanguardia.com En esta columna, él mismo le responderá. Veamos el caso de hoy:

Testimonio: “Me pasó algo fuerte, aunque no quiero darle más detalles de ello en esta carta. Lo cierto es que es algo triste que me tiene el entusiasmo por el piso. Lo peor es que me he vuelto demasiado sensible. Yo no era así, pero ahora todo me afecta. Es como si arreciara un aguacero sobre mí, aunque el sol está en lo más alto de su esplendor. ¿Será que me estoy volviendo loco? ¿Acaso soy débil de carácter? ¿Qué clase de consejo me podría dar?”.

Respuesta: Todos nos hemos sentido así en algún momento. Es como si los ‘nubarrones’ se pararan justo sobre nuestra cabeza.

Alguien me dijo alguna vez que si algo nos sacude, debemos abrazarnos a la vida bien fuerte y sonreír. ¡Y hay mucha razón en ese argumento! El mundo no deja de girar por un tropiezo o por una decepción.

Debo decirle que admitir su bajo estado de ánimo no significa que esté ‘loco’ o que sea una persona ‘débil de carácter’.

¡Todo lo contrario! Eso quiere decir que acepta que algo está afectándolo.

Percibo que está muy susceptible por lo que le ocurrió. Y aunque no me cuenta en su carta realmente qué fue lo que le sucedió, recuerde que después de un duro golpe nos queda el consuelo de pensar que la vida tiene un plan secreto, aunque no podamos entenderlo.

Asuma eso ‘terrible’ que lo sacudió con la perspectiva del aprendizaje. Esa actitud por sí sola activa la mente hacia el crecimiento, en lugar de dejarlo estancado en la queja, en la recriminación o en la depresión. Ver todo como una oportunidad para madurar y para ser mejor será un valioso bálsamo para su vida.

Ahora bien, recuperar su estado de ánimo es un asunto que debe venir de adentro, no desde afuera. Nadie puede motivarlo más que usted mismo.

Para ‘despercudirse’ de ese nivel de motivación tan bajo, siempre será útil tratar de salirse de ese diagnóstico depresivo; es decir, no se atormente por lo que le pasó, salga de la rutina de estar recordando momentos difíciles y permítase sentirse alentado por una visión más esperanzadora de las cosas.

En estos momentos tristes, pídale a Dios fortaleza para seguir. Él nunca lo abandona y siempre lo bendecirá.

Al leer su caso llego a la conclusión de que cada quien tiene el poder de decidir en cada momento quién es y cómo quiere sentirse en el mundo.

REFLEXIONES DEL DÍA

* Pase lo que pase, mantenga una actitud propositiva. Cuando la vida sea dulce, agradezca y celebre; y cuando sea amarga, también agradezca y aprenda. Entre más le dé gracias a Dios, más lo bendecirá a usted y a su familia.

* Ser maduro es saber pensar, hablar y mostrar sus sentimientos en todo momento, ‘buenos’ o ‘malos’. La madurez emocional es lo que nos permite ser felices, sin que por ello tengamos que irnos ‘lanza en ristre’ contra los demás.

* La gente se desgasta añorando lo que fue y vive deseando lo que podría llegar a ser. El secreto de no es llorar por el pasado ni preocuparse por el futuro o anticiparse a los problemas, sino vivir el momento presente con sabiduría y seriedad.

* El perdón es revitalizador y liberador, siempre y cuando se haga de corazón. Conjugar ese verbo en primera persona implica tener la capacidad de levantar la cabeza y ver a quien le hizo daño ‘sin salirse de casillas’ o estallar de rabia.

* Benditas sean aquellas personas que nos desean el bien de verdad y que se alegran de nuestros resultados, porque ellas enseñan la importancia de alegrarse el alma con los triunfos de los demás. ¡Dios les conceda miles de bendiciones!

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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