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Sábado 25 de enero de 2020 - 12:00 PM

El ejemplo dice más que las palabras

Si usted regaña a su hijo o hija porque no es aseado, pero usted lanza basura a la calle desde la ventana de su automóvil, entonces, claramente, está dándole un mensaje contradictorio. En muchas ocasiones es su ejemplo el que muestra a los chicos cómo actuar y lo hace de una manera mucho más poderosa que sus palabras.

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A veces queremos corregir a los niños y niñas por actitudes que nos parecen reprobables, pero no notamos que con nuestro comportamiento y decisiones estamos aprobando justo aquello que cuestionamos en ellos. Ilustración: Rodolfo Núñez/VANGUARDIA
A veces queremos corregir a los niños y niñas por actitudes que nos parecen reprobables, pero no notamos que con nuestro comportamiento y decisiones estamos aprobando justo aquello que cuestionamos en ellos. Ilustración: Rodolfo Núñez/VANGUARDIA

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A veces queremos corregir a los niños y niñas por actitudes que nos parecen reprobables, pero no notamos que con nuestro comportamiento y decisiones estamos aprobando justo aquello que cuestionamos en ellos. Ilustración: Rodolfo Núñez/VANGUARDIA

Luciana le decía a su hijo Miguel, de ocho años, cuánto lo quería todos los días de su vida antes de que él saliera para el colegio. Sin embargo, la respuesta que recibía de su hijo en los últimos días finalmente la sorprendió.

“Yo le dije: que te vaya muy bien, hijo, te quiero mucho. Y él me contestó: bueno mamá. Me sorprendió, me entristecí. Lo esperé a que llegara del colegio para hablar, pero tenía un problema familiar y no pensé en que, en realidad, no le estaba prestando atención. En medio de la conversación, me dijo: pero mamá, para qué me preguntas si no escuchas”, explica Luciana.

Fue ahí cuando esta mamá de 33 años se dio cuenta de que con su lenguaje no verbal le estaba diciendo a su hijo una cosa muy diferente a la que estaba hablando. Sin embargo, Luciana no actuó de inmediato.

“Fue una fiesta a la que lo invitaron en la que tuve que regañarlo porque gritó a otro niño. Yo lo llevé a una de las habitaciones y empecé a regañarlo. Como no me prestaba atención, yo subí también la voz. Le dije: no entiendo por qué tienes que gritar. Y él me respondió: pero si tu también gritas”, cuenta Luciana.

Entonces sí que lo pensó.

“Me paré frente al espejo y vi mi rostro: me veía amargada, es la mejor manera de decirlo. Decidí que tenía que aprender a manejar mi problema familiar de una manera que no afectara mi comportamiento con mi hijo. No es fácil, claro, una no es de palo. Pero fuimos a terapia los dos y así aprendí”, dice Luciana.

A veces queremos corregir a los niños y niñas por actitudes que nos parecen reprobables, pero no notamos que con nuestro comportamiento y decisiones estamos aprobando justo aquello que cuestionamos en ellos.

El ejemplo dice tanto y, a veces, mucho más que las palabras, por eso hay que cuidarlo.

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Publicado por Redacción Galería

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