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Revista Nueva
Sábado 07 de mayo de 2016 - 12:00 PM

Julia Gutiérrez de Piñeres, desde el fondo de su corazón de madre

Ninguna madre está lista para enfrentar la muerte de sus hijos y menos en vida, como le tocó a la mamá de Natalia Ponce de León. En 2014 su hija fue brutalmente atacada con ácido y hoy, dos años después, le abrió su alma a Nueva y nos habló desde el fondo de su corazón de madre herido, pero a la vez fortalecido.

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Julia Gutiérrez de Piñeres, desde el fondo de su corazón de madre (Foto: Revista Nueva / VANGUARDIA LIBERAL )
Julia Gutiérrez de Piñeres, desde el fondo de su corazón de madre (Foto: Revista Nueva / VANGUARDIA LIBERAL )

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Julia Gutiérrez de Piñeres, desde el fondo de su corazón de madre (Foto: Revista Nueva / VANGUARDIA LIBERAL )

Ese día, el 27 de marzo de 2014, a Julia literalmente se le rompió el corazón. Mientras Natalia se debatía entre la vida y la muerte en el Hospital Simón Bolívar de Bogotá -por la cantidad y profundidad de las quemaduras que le comprometieron gran parte de su cuerpo-, ella yacía en la unidad de cuidados intensivos de otro centro asistencial, con una grave afección cardíaca.

Los primeros exámenes médicos indicaban que se trataba de un infarto fulminante, pero al día siguiente, tras someterla a un cateterismo, los médicos le diagnosticaron síndrome de Takotsubo, también conocido como “el síndrome del corazón roto”.

A mí se me rompió el corazón del dolor, una cosa que yo ni sabía que existía…pero a uno sí se le parte el corazón de dolor. Lo único que pensaba era: ‘Yo no puedo morirme, no puedo dejar que se derrumbe mi familia, no puedo dejar que Natalia se muera, no puedo’.”

Y así fue. Cinco días Julia se despertó, les avisó a los médicos que se iba, y sin atender sus recomendaciones sacó fuerzas de donde pudo y se dispuso a cuidar a Natalia en proceso de recuperación, que desde entonces no ha parado.

“Uno no sabe qué tan fuerte es hasta que afronta una vivencia de éstas, porque realmente lo de ‘Nati’ es una muerte en vida. Uno saca fuerzas -así como lo dice la Biblia, como los búfalos-, no me preguntes de dónde. La vida nos cambió a todos. A Natalia le quemaron la cara y el cuerpo, pero a nosotros, a todos, nos quemaron el corazón”.

Para Julia, sin duda todo se hace más difícil. Porque desde hace cuatro años padece enfisema pulmonar y esa condición la obliga a estar permanentemente conectada a una bala de oxígeno. Sin embargo, a pesar de su difícil condición médica, sigue siendo la amiga y eje central de su familia, esposa amorosa y supervisora principal de la recuperación de su hija.

“Soy una mamá gallina. Vivo en función de mis hijos. Esto es un matriarcado y soy el centro de mi familia. A pesar de que cada uno de mis hijos vive su vida independiente, son supercercanos, y de tanto amor y tanta unión, fue como Natalia logró salir adelante”.

Julia se emociona y su voz se anima cuando nos cuenta orgullosa que en pocos días Natalia se mudará otra vez sola y empezará a retomar su vida de manera independiente.

Esta barranquillera, criada en Santander, huérfana de padre a los 9 años de edad y ejemplo de templanza, sacó adelante a sus hijos -Juan Carlos, Natalia y Camilo- con su negocio de confección de uniformes empresariales, que mantuvo abierto por casi treinta años. Se divorció y se volvió a casar hace 12 años; ama a su nueva pareja, su mayor soporte desde el ataque a Natalia.

Hoy trabaja desde su casa, donde además hace sus terapias de rehabilitación pulmonar y ejerce como abuela feliz de dos nietecitas de 6 años. Para esta edición nos abrió su alma y habló desde el fondo de su corazón de madre, herido, pero a la vez fortalecido.

Una madre no quiere nunca ver sufrir a sus hijos, y a usted le ha tocado una cuota muy grande de sufrimiento. ¿Cómo lo ha sobrellevado, de dónde ha sacado esa fortaleza?

De Dios, del amor. Realmente, desde el inicio de nuestras vidas siempre hemos sido una familia de amor y esto ha sido lo que nos ha sacado adelante, a mí sobre todo. Es eso, es Dios.

Han pasado dos años desde el ataque contra Natalia y ya no queremos recordar ese día tan terrible, sino lo que ha pasado hacia adelante. ¿Qué ha sido lo más difícil en este recorrido?

El sufrimiento de todos. Porque aunque luchamos juntos, hay días de mucha tristeza. Aquí, si le pasa algo a Juan Carlos, o a Natalia, o a Camilo, o a mí, es como si nos pasara a todos. Todos lo vivimos, nos volvimos tan unidos y tan cercanos que lo que siente el uno, lo sienten los otros.

Es una comunicación constante y yo soy una especie de supervisora de esto; porque cuando veo triste al uno o al otro, soy quien está pendiente de que ninguno se derrumbe. Porque si se derrumba uno, nos derrumbamos todos. Es que los hijos son un pedacito de vida, un pedacito de uno, es que uno los formó y uno siente el dolor de ellos.

Usted ha dicho que es la compinche y el ángel de su hija. ¿Cómo construyo esa relación?

La verdad, nosotras toda la vida hemos sido compinches. Primero, es la única niña; además trabajábamos juntas y nos entendíamos a la perfección, hacíamos el almuerzo las dos, nos acompañábamos a hacer vueltas. Llegó un punto en la vida en que yo salía con ella para todos lados.

Y así nuestra relación se tornó más cercana. Entonces, lógicamente, cuando se produjo el ataque, para mí fue devastador. Encima de que sucede esa tragedia, le pasa a mi hija, a mi amiga, a mi vida, mi amor… todo. Por eso ha sido muy duro.

¿Cómo ha sido ese día a día, con su condición médica, para poder acompañar a Natalia en cada paso de su recuperación?

Yo abandoné muchas cosas de la rutina que llevaba con mi enfermedad. Sin embargo, cada vez que puedo las retomo desde mi casa, pues mi vida avanza dependiendo de las cirugías de Nati. Si a ella la operan, es como si también me operaran a mí porque yo estoy siempre a su lado.

Ya van 21 cirugías, casi una por mes, y cada una dura 5 a 6 horas. Y debo traérmela a casa porque nunca la dejan en el hospital para evitar una infección. Así que yo vivo pegada a Dios para que no le pase nada, cuidándola. De todas maneras ella queda frágil, yo también, pues cada anestesia es un riesgo y faltan aún muchísimas más intervenciones porque a Natalia no solo le quemaron la cara, también los brazos, el abdomen, las piernas, la mayor parte de su cuerpo.

Una cosa es la recuperación física y médica de su hija y otra igualmente importante es la emocional, la espiritual. ¿Cómo le ha dado ánimo, cuáles han sido sus palabras de aliento? ¿Ahí, qué dice una mamá?

Ella se derrumba todavía. Uno dice lo que le sale a una madre del corazón. ‘Mi amor, estos son momentos, fíjate en todo lo que has conseguido: tu carita ya se va arreglando’. La abrazo, la ‘apapacho’ todo el día. Cuando llora, entonces la apapacho todo el tiempo, con ese sentimiento como de protegerla.

Si está triste, no quiere decir que no se lo permita; yo también lloro con ella y nos abrazamos y le digo que tenga fe, que todo va a salir bien, le recuerdo el progreso que ha tenido y que la entiendo.

Sus hermanos también son clave. Si Natalia llora, entonces yo de inmediato llamo a Juan y a Camilo, les cuento que Nati está tristísima y ellos vienen y compartimos todos en familia.

¿Y el tema del perdón?

Cuando Natalia salió del hospital, ella y los hermanos tenían una rabia terrible. Entonces, un día les dije que lo único que había que hacer era olvidar a Jonathan, su agresor, y dejar que Dios y la justicia del hombre lo juzgaran. ¿Qué ganábamos nosotros llenándonos de furia y de odio? Realmente no tiene sentido.

A él lo están juzgando, debe tener un castigo por lo que hizo, pero no le deseo nada malo. Él, para nosotros, como que ya no existe, ya ni lo nombramos porque se llena uno de amargura en el corazón y no lo deja avanzar, entonces uno tiene que perdonar.

Lo mismo pienso ahora con todo lo que está viviendo el país con el proceso de paz. Veo personas que se oponen… y no. Debemos intentar que todo esto no vuelva a pasar, llenarse de perdón en el corazón y seguir adelante.

Hay cosas más importantes en qué pensar, sanar el alma, aceptar un nuevo estado de vida. Y la tristeza, pues la maneja uno; yo no me la paso llorando ni mucho menos, pero sí hay algo de nostalgia en mi corazón

¿Qué mensaje les daría a otras madres como usted, que tienen hijos sufriendo o atravesando una enfermedad?

Que se llenen de fe y llenen de amor a sus hijos, porque el amor es lo único que nos saca adelante. El amor de la familia, de los amigos, de la gente que uno ni siquiera conoce.

Yo le preguntaba a Natalia cuando estaba en el hospital, si ella sentía las oraciones de tantas personas y me contestaba que sí. Eso es verídico. El poder de la oración es algo impresionante.

Y a las mamás les aconsejo tener toda la fortaleza del mundo y llenar de amor a los hijos, porque uno en esos momentos no puede agarrarse de nada más: amor, fuerza y de Dios. Porque, ¿de dónde más se pega uno?

Usted es un ejemplo de superación. Casi que le ha tocado dejar su vida de lado y ocuparse de la recuperación de su hija. ¿Qué planes tiene ahora, cuando Natalia ya empieza a retomar los propios?

No tengo mayores deseos de cosas. Tranquilidad, paz… Estos dos años han sido un poco como una pesadilla: cirugías, juicio, trámite en el Senado, entrevistas, teléfonos que suenan. Una vida que no conocía; entonces me gustaría retomar mi paz, mi vida con mi pareja, mi hogar.

El hecho de ayudar a muchas personas reconforta el corazón. Y ver el amor de los médicos, enfermeras y de quienes nos han rodeado todo este tiempo, es una bendición de Dios. Uno, metido en la casa, ¡qué va a pensar que para otras personas es ejemplo de algo! Eso es lindo para mí y también lo siento como un honor que me hacen.

En medio de todo, siento agradecimiento hacia Dios y hacia la gente. Estoy convencida de que la mayoría de gente es buena, la mala… no es tanta.

¿Siente que Natalia ha tenido justicia?

Sí. Natalia está rodeada de puros ángeles, todas las personas que se acercan a nosotros es para traer algo bueno a la vida de ella, con buenas intenciones.

En ese orden de ideas, creo que con Natalia ha habido mucha justicia y muchas cosas lindas, a diferencia de otras personas que han pasado por lo mismo. Esa es la lucha de nosotros, que todos tengamos las mismas oportunidades. Realmente nunca supe por qué Natalia se convirtió en el símbolo de un acto tan terrible como éste y me siento orgullosa de que ella haya podido ser la abanderada de esa causa, y que esto se denuncie y se conozca no solo aquí en Colombia sino en el mundo. En medio de todo el dolor, me siento bendecida.

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Publicado por ILSE MILENA BORRERO

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