Historias de Vanguardia que cambiaron vidas
¿Qué significa para usted Vanguardia? Esta pregunta la llevamos a diferentes escenarios y con diversas fuentes. Un recuento de lo que deja el mejor oficio de este mundo.
Durante 100 años se escucharon sus voces. Llegaron en tonalidades diversas. Se colaron inicialmente por la vieja casona donde funcionó el periódico. Se juntaron con ese golpeteo que producen las teclas de las máquinas de escribir por allá en 1919. Ese sonido se transformó con los años. Cambió su tonalidad. Llegaron otras máquinas. Aparecieron computadores, luego teléfonos celulares y todo se juntó con las aplicaciones y las redes sociales. En ocasiones intentaron interrumpir ese sonido. Pero como esos seres que han sobrevivido a las hecatombes, las amenazas, los atentados, la prisión, y las mutaciones de la censura, el sonido sigue, a diario. Aunque ahora es más un clic. Permanece aferrado a los bordes de valores como la verdad, la precisión, la independencia y esa imparcialidad, en una labor que sobrevive a periodistas y traspasa épocas y generaciones.
Como los fuertes árboles de siglos que no sucumben a los vientos y el azar de los poderosos, los periodistas narran en la obsesión propia de guerreros que avanzan, a veces entre malas épocas, contenidos para servir a la comunidad. Sí, a eso nos dedicamos. Estamos para servir como periódico y periodistas. No es una palabra gratuita. Tiene hoy un siglo ininterrumpido de trabajo para contar las historias que ocurren en Santander y ser testigo en nuestras páginas de cómo personas como usted, ayudaron al progreso y dieron forma al acontecer diario.
Esa sucesión interminable de noticias, crónicas y reportajes se ajustan a las márgenes de las páginas del periódico, ese que queda en el sofá de la sala, en la mesa de noche luego de leerse o que comparte con su desayuno. Después de todo, una buena historia puede cambiar la vida. Al menos así lo cree Hipólito Guarín, de 86 años, quien desde el 30 de julio de 1979 se lee el periódico sin falta, todos los días. Es tal vez, uno de los lectores más longevos de Vanguardia.
“Vanguardia es indispensable. Lo recibo todos los días desde 1979. Da gusto leerlo y entender las cosas que pasan en la región y en el país. Vanguardia es un patrimonio de Santander”, lo dice como si ese orgullo lo abrazara, sin darse cuenta. Como parte de ese periódico que ha recibido por cuatro décadas. Como partitura sencilla, de esta gran sinfonía que hacemos al contar historias y ustedes al leer las noticias.
Los periodistas nos debemos a ustedes señores lectores. Ahí nos encuentran, tecleando con pasión. Nosotros escribiendo y al rato ustedes leyendo. Y no podemos evitar que, de ese episodio, surjan historias que cambiaron vidas. Se acuerdan por ejemplo de Alejandro y su muñeco Forky.
A este pequeño ya le habían rasurado el cabello. Ya le habían dado la noticia que sufría de leucemia lifoblástica aguda. Ya le habían jodido sus seis años de edad para meterlo en una clínica. Ya le habían ordenado quimioterapias, que alteraron su cuerpo, le hicieron gritar de dolor y les cambió la vida a sus padres. Los hicieron perder el sueño y, a ratos, un poco la cordura. Pero él, Alejo, como le dicen, en lugar de rendirse, se quedó abrazado a todos sus huesitos, aferrado a las palabras de sus padres, que le repiten una y otra vez que sanará. Que esto pasará pronto, y todo será como antes. Y Alejo les creyó. Entonces, por esas cosas que les ocurren a las buenas personas, apareció Forky. Vanguardia narró ese encuentro.
Deben saber que dentro de las terapias a los niños con diagnóstico de cáncer se realiza la fabricación de este muñeco de la película ‘Toy Story 4’. Su mamá dijo que elaborar este muñequito ayuda a Alejo a su rehabilitación, porque estaba en un estado depresivo significativo. “No quería aceptar nada de su quimioterapia”. Un día dijo que quería vender los muñecos que elaboraba a mil pesos. “Así empezó todo y se convirtió en una bola de nieve gigante para la gloria de Dios. Nunca buscamos estar en medios, ni recaudar dinero, sino motivarlo para que saliera de su depresión y afrontara nuevamente, con berraquera, su leucemia”.
¿Y qué creen qué ocurrió al publicar la historia?
Ximena Peña Orjuela, madre de Alejandro, aseguró que la noticia dio un gran impulso a la manualidad que elabora el pequeño, incluso los han llamado del exterior preguntando por su Forky. Pero lo más importante son los mensajes de apoyo que recibe todos a diario. “Vanguardia fue un apoyo. Esto no es un negocio. Mucha gente nos llama para expresar su solidaridad y dar testimonio de superación. Gracias Vanguardia...”.
Al día siguiente de la publicación, la mamá le envió un audio a la periodista que contó la historia. “Yuriana, fue un reportaje hermoso. Mil gracias por tu apoyo. Dios te bendiga y te pague. Y Alejo está conmovido y llora de alegría (se escucha llanto)…”. Y alevosa la nostalgia se contagió por WhatsApp. Después de todo a quien le importa llorar un poco, así sea en un rincón de una de sala de redacción. La periodista solo secó sus lágrimas y buscó a su editor para contarle.
Al otro lado de esa sala de redacción, 30 años atrás, a un periodista la calle se le vino encima en el barrio La Transición de Bucaramanga. En un recorrido vio a un niño, de unos siete años, bañando a un abuelo en la calle. El hombre padecía de cáncer de piel. En medio de la polvorienta geografía de aquel entonces sector de la ciudad, centro de noticias por homicidios y riñas, esa imagen atrapaba. Esas calles eran un muestrario de latas, maderas, cemento, ropa colgada al sol y rostros rígidos de hombres y mujeres apurados. El calor, principio y fin del bochorno, que puntual recorría las pequeñas casas generó curiosidad, sirvió de excusas para primera charla.
- Hola. ¿Está bañando a su abuelito?
- No. No es mi abuelo
- ¿No?
Ese fue el principio del verbo ayudar. Y el verbo no es otra cosa que saludar, acariciar, bañar, alimentar, escuchar, sonreír, cuidar, acomodar, consentir, abrazar, mimar y volver hacerlo, y agitar con fuerza la apatía de una ciudad que ignoraba la labor de este pequeño realizaba todos los sábados. Ese verbo llevaba pegado un acento de ternura, que sirvió para que su mensaje se conociera en Francia, Canadá, Suiza y Estados Unidos, entre otros. Todo en un mundo y una época que no conocía internet y menos las redes sociales. Pero el mensaje cruzó océanos.
La historia se publicó con el título: “El ángel del Norte”. Narraba cómo un niño bañaba, alimentaba y cuidaba a varios adultos mayores en situación de vulnerabilidad. Ese pequeño tomó el recorte del periódico para exhibirlo en plazas de mercado y panaderías. Buscaba donaciones para alimentar a sus abuelitos. Fue la génesis de un proyecto que hoy tiene tres albergues y les cambió la vida a muchas personas.
Más de tres décadas después, Albeiro Vargas, reconoce que esa noticia que publicó Euclides Kilô Ardila le cambió la vida e impulso su proyecto de solidaridad para recibir apoyo en Europa. “Vanguardia lo es todo. Esa noticia sacó del anonimato a un niño e hizo que su labor se conociera en Europa. Vanguardia tiene un gran corazón…”.
Ese periodista, Kilô, sigue hoy abriéndole huecos a las mañanas recorriendo los barrios. “Vanguardia es comunidad”, se escucha. Y de allí salen grandes historias, porque allí están, las ven, en cualquier parte, si no se percatan, mire de nuevo y luego las leen en el periódico.
Devuelta a la sala de redacción, otro periodista escribe que las jornadas eran una tortura. Luego cita la siguiente frase: “La vida de las trabajadoras sexual es muy triste. Hay que atender como a 20 clientes y hacer lo que ellos quieran hacer…”.
Se escribe la historia de Margarita, una de las 60 trabajadoras sexuales de la tercera edad que ocupan el Centro de Bucaramanga. Tienen entre 60 y 70 años. Margarita (redacta la periodista) tiene 68 años. “Su vida, contrario a florecer para hacerle honor a su nombre, se ha ‘marchitado’. El dinero que le dan sus ‘amantes furtivos’ no ha sido suficiente para comprar la felicidad mientras que la juventud se desvanece. Vende su intimidad a $20 mil…”, se lee.
Esta historia vio la luz. Dos semanas después se sintieron los efectos de informar sobre esta realidad. La Alcaldía de Girón decidió ayudar a Margarita. Ahora vive en una fundación donde le brindan techo, comida y cuidados. Pero no es todo. Desde exterior y otras personas de buen corazón buscan como sacar de la calle a estas mujeres.
“Estoy feliz porque voy a descansar. Me siento contenta. Hace años quería salir de la calle. Está muy bonita esta casa…”, le agradece Margarita a la periodista. Se escucha entonces que “Vanguardia es solidaridad…”.
Esta sala de redacción es entonces una bonita canica azul, con computadores, donde en algunas jornadas hay periodista entregados a narrar buenas noticias, que sobreviven a los días, así se arrugue un poco más el corazón. “Es satisfactorio saber que con nuestro trabajo logramos cambiar de manera positiva una vida…”, repite con, una emoción que contagia, la periodista. Como dijo Alejo Carpentier, “el periodismo es una maravillosa escuela de vida” y Vanguardia lo ha sido por un siglo.
Pero también estos obreros de palabras han tenido sus batallas contra molinos de viento, cumpliendo con el legado de ser verificador del poder y de ayudar a la sociedad a comprender los procesos que ocurre. Lo define muy bien Alberto Montoya Puyana, ex alcalde de Bucaramanga y ex rector de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, al explicar que Vanguardia ha denunciado con valentía la corrupción del país y la región. “Vanguardia es calidad periodística. Vanguardia a fiscalizado al poder y también ha fomentado e informado los aspectos positivos que contribuyen al desarrollo de la región”.
Pero también estos obreros de palabras han tenido sus batallas contra molinos de viento, cumpliendo con el legado de ser verificador del poder y de ayudar a la sociedad a comprender los procesos que ocurre. Lo define muy bien Alberto Montoya Puyana, ex alcalde de Bucaramanga y ex rector de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, al explicar que Vanguardia ha denunciado con valentía la corrupción del país y la región. “Vanguardia es calidad periodística. Vanguardia a fiscalizado al poder y también ha fomentado e informado los aspectos positivos que contribuyen al desarrollo de la región”.
Concuerda con esas tesis el periodista y columnista Daniel Coronell, presidente de noticias Univisión, al señalar que “Vanguardia es una insignia para el periodismo colombiano. Vanguardia ha hecho cosas muy importantes a través de toda la historia y en tiempos recientes. Vanguardia ha sido capaz de exponer los casos de corrupción, que agobian a la región y ha podido señalar con nombre y apellido a quienes han desangrado las finanzas públicas. Eso es el periodismo…”. Durante 100 años se escucharon sus voces y se seguirán escuchando.