Los rostros del éxodo venezolano
Huir de la crisis entre el hambre y el cansancio

Con los pies llenos de ampollas y el estómago vacío, los caminantes venezolanos recorren más de 200 kilómetros para llegar a Bucaramanga. Meten en un bolso los recuerdos de toda su vida y se arman de valor para recorrer el vasto territorio colombiano.

Según la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, a junio de 2018 había casi 1 millón de migrantes venezolanos solo en Colombia. De acuerdo con las cifras de Migración Colombia, en Santander hay más de 30 mil venezolanos y en Bucaramanga, casi 9 mil; sin embargo, para líderes venezolanos en la ciudad y autoridades como el director de Gestión del Riesgo en Bucaramanga, esas cifran se duplican.

Así quedaron los pies de esta migrante venezolana luego de varios días de caminata desde su país. Pese a las ampollas, el cansancio, el hambre y la sed, espera llegar a Cali tan pronto como pueda.

En febrero de 2017, cuando Vanguardia Liberal publicó la Historia del profesional venezolano que duerme en parque de Bucaramanga, ninguna fundación, ente de control o la misma población del vecino país previó la magnitud del éxodo.

El joven de la historia, licenciado en turismo de 27 años, sufrió en carne propia la desventaja de la falta de techo. Al no tener cómo pagar un hospedaje, tuvo que recurrir a dormir en el Parque Centenario, al Centro de Bucaramanga, lo que desmejoró su aspecto y le limitó las ofertas laborales.

Para la fecha, las autoridades locales calculaban que entre 15 y 80 venezolanos estaban en el área metropolitana de Bucaramanga en condición de habitantes de calle. El pasado 22 de agosto, la Personería municipal anunció que la cifra subió a 400 personas.

De acuerdo con una investigación del periódico inglés The Economist, el número total de venezolanos desplazados de su país ya alcanza los 4 millones. El éxodo se ha convertido en la mayor ola migratoria que ha vivido Latinoamérica en los últimos 50 años y si continúa así podría superar a los 6 millones de personas que han huido de la guerra civil siria.

"Así me toque llegar hasta la Patagonia... Yo le voy a demostrar a Maduro que su régimen no me mata y no mata a mi hija. Primero se muere él..."


"Que de Venezuela salimos como si estuviéramos en guerra. Llenos de miedo, carajo, y con la bomba del hambre que te explota en la cara y te pisa los pies".


El régimen que mata, el régimen que oprime, el régimen que destierra

Luis López salió de Caracas hace un mes.

En Bucaramanga, una conocida de su familia le dijo que necesitaban mano de obra para construcción y que si se venía rápido ella lo ayudaba.


Solo tenía que tener el pasaporte y listo.

Sin embargo, en Venezuela hay un millón de razones burocráticas, represivas, económicas y hasta ilógicas por las que tanto para Luis como para todos los que vienen detrás de él, fue imposible conseguir un pasaporte.

Entonces, tras pensarlo por varios días, esos que le quedaron libres después de que lo despidieron de la empresa de plásticos donde trabajaba como contador, se dio cuenta que no tenía más opción que salir.


Sus dos hijos, varones, uno en la universidad y el otro en el colegio, ya acostumbrados a que en el día solo se comía dos veces, le pidieron que no lo hiciera.

El papá de unos amigos de la cuadra se había ido hace un año y medio y esa era la hora y no había vuelto.
Le imploraron, con lágrimas en los ojos, que no los dejara o los llevara con él. La madre había muerto nueve meses atrás y ellos no podían perderlo a él también.


“Peritonitis, se la llevó una peritonitis que no le pudieron tratar por falta de medicamentos. Porque el régimen de Maduro mata, coño, mata”, cuenta Luis.

A los pocos días, se encontraban juntos cruzando el páramo de Berlín, muertos de frío, pero con menos hambre que la que estaban pasando en Venezuela, pues durante los más de 20 días que llevaban de travesía la gente los había llenado de comida“para dar y regalar”.

Una vez en la capital santandereana, sin ayuda de nadie, porque la conocida nunca apareció ni contestó el celular, se dedican a vender caramelos y limpiar los vidrios de los carros.

Durante las últimas semanas han sido reforzados los controles migratorios en la ciudad debido a las quejas de la ciudadanía. Decenas de venezolanos han sido devueltos por no contar con ningún tipo de documentación.


La receta del destierro: hambre, represión, escasez y precariedad en servicios básicos

El día que Oriana, su hija de cinco años, le dijo que estaba viendo un poco borroso, María* decidió que ya era hora de irse.
Era eso o quedarse en un país en el que las medicinas no llegan y si lo hacen valen el doble de lo que cualquiera se gana en un mes. En el mercado negro, claro.


Ese día, cuando se asomaba la noche, María entendió que la única forma de salvar a su hija no solo de la diabetes tipo 1, que cada día se agudizaba más ante la falta de tratamiento, sino de la desnutrición que ya se le estaba empezando a notar, era salir de Venezuela.

Así como su vecino y los otros cuatro de más allá lo habían hecho el mes pasado.

En la madrugada, hora que ella y otros más consideraron ideal, pues el sol de Maracaibo en la mañana es infernal, salieron rumbo a Bucaramanga.


Colgando de su morral iba un conejo de peluche que Oriana ató con un cordón de zapato antes de despedirse, pues era un viaje al que no irían juntas.

Diez días después, en la plazoleta del Parque del Agua en Bucaramanga, María se desplomó. Sus compañeros de caminata habían llegado tres horas antes, pero con un esfuerzo sobrehumano, ella apenas los alcanzó cuando ellos reposan ya en el lugar.


Justo cuando iba entrando a la ciudad, por el barrio Morrorico, se dio cuenta de que el conejo ya no colgaba del morral y entonces, pese a las llagas de sus pies y las punzadas de sus piernas, se devolvió.

Una hora y media después encontró el muñeco en el piso, lo abrazó como si fuera su Oriana y siguió su camino hacia Bucaramanga.

- “Maduro nos puede quitar todo, menos los recuerdos que nos atan a nuestra familia. Este muñeco es lo único que me obliga a seguir y este país la salvación para mi hija”.