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Martes 09 de octubre de 2018 - 12:00 PM

Elecciones Brasil: de extremo a extremo

La ultraderecha acaricia el poder en Brasil. Después de casi 15 años de protagonismo absoluto de la izquierda del PT, un nuevo escenario político se configuraría en el gigante del sur.

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BRA400.SAO PAULO (BRASIL), 07/10/18.- El candidato a la Presidencia de Brasil Fernando Haddad (c), sucesor del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la carrera electoral su esposa, Ana Estela (i) y la candidata a vicepresidenta, Manuela Davila (d), participan en una rueda de prensa tras el fin de la votación hoy, domingo 07 de octubre de 2018, en un colegio electoral en Sao Paulo (Brasil). La elección de un nuevo presidente y la renovación del Congreso y de gobernadores en los comicios de hoy en Brasil modifican el mapa político del país con el surgimiento de nuevas fuerzas y el ocaso de algunas formaciones tradicionales. EFE/EFE/Marcelo Chello
BRA400.SAO PAULO (BRASIL), 07/10/18.- El candidato a la Presidencia de Brasil Fernando Haddad (c), sucesor del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la carrera electoral su esposa, Ana Estela (i) y la candidata a vicepresidenta, Manuela Davila (d), participan en una rueda de prensa tras el fin de la votación hoy, domingo 07 de octubre de 2018, en un colegio electoral en Sao Paulo (Brasil). La elección de un nuevo presidente y la renovación del Congreso y de gobernadores en los comicios de hoy en Brasil modifican el mapa político del país con el surgimiento de nuevas fuerzas y el ocaso de algunas formaciones tradicionales. EFE/EFE/Marcelo Chello

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La sorpresiva y contundente votación del candidato de la ultraderecha Jair Bolsonaro, quien rozó la mayoría absoluta en la primera vuelta para alzarse con la Presidencia de Brasil, pone al país más poblado y con la mayor economía de América Latina frente al espejo de una profunda división social y dibuja un nuevo mapa político interno de las últimas décadas.

Bolsonaro, líder del pequeño Partido Social Liberal (PSL), le sacó más de 16 puntos, que se traducen en cerca de 19 millones de votos, en la elección del pasado domingo, al delfín de Luiz Inácio Lula da Silva, Fernando Haddad, quien ahora está urgido de movilizar el voto útil contra su rival en el asalto definitivo, el próximo 28 de octubre.

Haddad, un abogado progresista, lucha por defender la herencia del líder incuestionable del Partido de los Trabajadores, PT, que pasa sus días en una celda tras ser condenado por delitos financieros y corrupción.

El ascenso como espuma del exmilitar en esta contienda electoral y muy cerca de ocupar el sillón presidencial del Palacio de Planalto, representa sin duda, el vacío de poder en Brasil.

Un ‘outsider’, siempre haciendo gala de un discurso totalmente alejado de lo políticamente correcto, pero mostrándose como el candidato de la anticorrupción y de la mano dura, que logró conectar con el grueso del electorado.

En ese sentido, Rosembert Ariza, profesor de Sociología Política Latinoamericana de la Universidad Nacional en Bogotá, resume que “Bolsonaro supo leer y capitalizar la crisis que tiene hoy Brasil, “la ha sabido leer mejor que la izquierda, que aún está intentando despertarse de lo ocurrido con Lula, pero no tiene la capacidad de hacerlo”.

Otro factor, que a su juicio, fue determinante en su victoria en primera vuelta, es que cuenta con el apoyo del movimiento más fuerte que hay en Brasil, refiriéndose a las iglesias protestantes y pentecostales, y lo que eso implica en términos de Brasil y América Latina es que se trata de una fuerza muy poderosa.

De hecho, su eslogan de campaña “Dios por encima de todo”, movilizó esta votación y movilizará el balotaje, recalca Ariza.

Para Matías Alejandro Franchini, profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, la polarización general desde 2014 de la sociedad brasileña, el sentimiento antipartidos tradicionales, pero también el sentimiento anti-PT, así como una inclinación anticorrupción, fueron elementos que abonaron el triunfo de Bolsonaro.

No obstante, le sorprende ese conservadurismo de la sociedad brasileña en términos políticos y sociales que salió a relucir y que tiene que ver con la agenda de derechos individuales, democracia, tolerancia frente a pensamientos distintos, tendencias sexuales, cuestiones de racismo y el papel de la mujer, que parecía que está dormido y surgió con fuerza en esta elección.

Entonces, a la luz de los resultados en Brasil, lo que queda claro es que el electorado prefiere un presidente homofóbico, misógino, fascista o racista a uno que sea ladrón. Es decir, Bolsonaro supo entender las necesidades del poder brasileño en donde no hay cabida para la corrupción.

Otra cosa que sorprende, según Rubén Sánchez, profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario de Bogotá, es la amplia ventaja que alcanza el candidato ultraderechista apelando al discurso de la lucha contra la corrupción, “en la medida que la izquierda brasileña se confunde con lo que pasó en Ecuador, Venezuela y Argentina, la gente tiene bastante temores frente a esto”.

Por otro lado, dice que resulta paradójico que la clase media en Brasil haya mejorado sus condiciones de vida, pero la actual coyuntura económica hace que concretar esas aspiraciones sea difícil, y en ese orden, “le echen la culpa al que está en el poder y por ello se aspira a algo diferente, en este caso Bolsonaro”.

Sánchez lo describe además como un regreso al péndulo político que es muy común en América Latina.

“En Colombia y Argentina han ganado la derecha y estamos en un regreso pendular, que es relativamente frecuente en la historia, cuando un pueblo considera que sus aspiraciones no fueron plenamente satisfechas por el gobierno de turno, y piensa que el siguiente de una etiqueta distinta podrá satisfacerlas mejor”, explica el analista.

A todo esto, hay que sumarle que en las elecciones del domingo, Dilma Rousseff tampoco fue elegida como senadora, lo que deja en evidencia la precariedad de la izquierda en Brasil, destaca Sánchez.

A diferencia de la expresidenta destituida en 2016 por el Congreso, dos hijos de Bolsonaro salieron electos diputado y senador. Uno de ellos, Eduardo, se convirtió en el diputado más votado en la historia de Brasil, con cerca de un millón 800 mil sufragios.

Otro aspecto que no hay que perder de vista, apunta el profesor Ariza, es lo que se llama “golpe de estado continuado” aludiendo a mantener la línea económica y política del saliente presidente Michel Temer, quien no tiene ninguna legitimidad tras ser acusado de corrupción.

“Evidentemente todo está enfocado en que estas medidas son necesarias y son las que están salvando al país, y se la jugaron con estas propuestas, y de alguna manera tienen un efecto directo sobre la población. Como bien lo dijo anoche (domingo) Bolsonaro en su intervención por Facebook, al decir que estas medidas son las que van a salvar al país de que sea Venezuela”, subraya el experto.

Y es aquí donde entra a jugar el factor internacional, de mostrar que hay unos países que están bien y otros que están mal, y Bolsonaro ha sabido sacarle reditos a la crisis internacional.

Lo qué viene: bolsonaro ganaría

De cara a la segunda vuelta presidencial, Rubén Sánchez observa matemáticamente muy difícil que el candidato izquierdista pase del 26% al 51% de votación porque es prácticamente doblar la elección en 20 días. Afirma que suponiendo que todos los partidos independientes se unieran al a izquierda no lo lograría, mientras que muchos independientes se pueden volcar su voto hacia Bolsonaro, y de esta forma, ayudarlo a completar lo que le falta.

Rosembert Ariza comparte esa visión y comenta que no ve factible que Fernando Haddad remonte la situación, porque “se van a montar al caballo ganador”, lo único que podría mover eventualmente la segunda vuelta sería que el nordeste, donde se ubican estados como Bahía y Pernambuco, último reducto de la izquierda, defina la balanza electoral. Allí Haddad, venció en 8 de los 9 estados del nordeste y en Pará, en el norte.

Es más, Ariza resalta que Bolsonaro, el pasado domingo en su intervención tras su triunfo, le bajó el tono al discurso racista en un país de 114 millones de negros: “es hábil al replantear ese tema, porque sabe que no va a ganar y debe trabajar allí, siendo moderado en los discursos que vienen”.

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Publicado por ÁNGELA CASTRO ARIZA

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