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Entre el muro y las pandillas
- (Foto: Fotos: EFE-Internet / VANGUARDIA LIBERAL)
El Salvador, Honduras y Guatemala, que suelen denominarse el Triángulo Norte de Centroamérica, son el hogar de un sinnúmero de pandillas y bandas criminales que se disputan el control territorial del microtráfico, extorsionan a negocios y personas, reclutan a jóvenes o asesinan a quienes se resisten o por encargo.
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Ocupan 242.020 kilómetros cuadrados, el 48,5% del territorio centroamericano, y agrupan a cerca de 30 millones de habitantes de una región marcada por la violencia.
Allí gravitan tres países calificados como “las capitales mundiales de los asesinatos” y donde sus gobiernos están fallando a la hora de proteger a sus ciudadanos, lo que los obliga a huir, a migrar.
En efecto, el Triángulo Norte contabilizó 13.129 homicidios en 2017, pero a pesar de que redujeron sus índices de violencia, Guatemala, El Salvador y Honduras no dejan de ser una de las zonas sin guerra más violentas del mundo.
Ahora, este clima que zozobra y falta de oportunidades que se vive en la región se ha visibilizado y cobrado atención mediática, por cuenta de la llamada Caravana de Migrantes que marcha sin mirar atrás ni detenerse hacia el ‘sueño americano’.
Partió de San Pedro Sula, Honduras, el pasado 12 de octubre, conformada por un puñado de personas, hoy se han sumado cerca de 7.000 personas. Huyen de las pandillas, los salarios de hambre, la pobreza y no temen un futuro que la mayoría piensa que no puede ser peor que el que dejan atrás.
No en vano, uno de cada cinco hondureños, salvadoreños y guatemaltecos vive con menos de 1,90 dólares al día, es decir, en la pobreza extrema, según el Consejo Noruego para los Refugiados (CNR).
Frente al tema, Mauricio Palma, investigador y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario de Bogotá, advierte que el análisis va más allá de la pobreza, las causas estructurales de la criminalidad y la desigualdad, porque en el caso de las pandillas o ‘maras’ también hay una asociación de pertenencia, que tiene que ver con un aspecto cultural que es generacional.
Las ‘maras’ fueron fundadas por salvadoreños deportados de Estados Unidos en la década de los ochenta y llegaron a crecer al punto de convertirse en el mayor grupo criminal de ese país centroamericano para luego extenderse a otras naciones, en un fenómeno transnacional.
Con el tiempo se consolidaron la Mara Salvatrucha o MS-13 y Barrio 18 como las más poderosas pandillas rivales, explica Palma.
Bajo esta dinámica transnacional de las pandillas, agrega, en términos de criminalidad ha sido terrible por el arraigo familiar al grupo o “clica”, donde el lema es muy disiente: “Vives para la Mara o mueres por la Mara”.
Indica además que esto viene acompañado del asunto de la criminalidad, que se va exportando a los países de la región. Facilita el tráfico de armas o de personas, el paso ilegal y otros delitos.
Tan solo en El Salvador, cuyos ‘mareros’ se calculan en 60.000 que rara vez pasan de los 30 años, en un país de 6,5 millones de habitantes, tienen un poder desmesurado. Mantienen una presencia amenazadora en 247 de los 262 municipios salvadoreños y se dice que extorsionan a cerca del 70% de los comercios.
En Honduras, entre tanto, se estima que aproximadamente US$200 millones es lo que pagan los habitantes al año por extorsiones de las pandillas.
Evolución criminal
De hecho, Karen Nathalia Cerón, investigadora de la Universidad del Rosario, señala que las pandillas han tenido un proceso de evolución hasta llegar a la sofisticación cada vez más criminal y violenta, cuando en sus inicios eran grupos que se conformaban como nuevas familias para jóvenes que vivían en condiciones de marginalidad y vulnerabilidad.
En ese orden, explica que son grupos que cada vez tienen una red de extorsión bastante extendida.
Y si a esto se le suma la corrupción y la impunidad que se mantiene en estos países, el coctel no puede ser más explosivo y perjudicial, alerta Cerón.
En este contexto, destaca que llama la atención que esto “ha llevado a que las pandillas se adapten perfectamente al repertorio criminal y que incluso hagan alianzas con actores políticos y del mismo Gobierno”.
María Teresa Palacios, directora del Grupo de Investigación en Derechos Humanos de la Universidad del Rosario, se refiere, por otro lado, a que los señalamientos del presidente Donald Trump de que la Caravana de Migrantes está integrada por pandillas o delincuentes, solo apunta a “estigmatizar a los migrantes como posibles células de conformación de violencia en los países de destino”.
Trump maneja un discurso de xenofobia en contra de la migración, para de esta forma “generar reacciones racistas en los ciudadanos de Estados Unidos y argumentar que busca defender la seguridad nacional del país”, enfatiza la experta en migración.
En su opinión, es una manera de defender sus fronteras y justificar las posibles arbitrariedades para repeler la incursión de migrantes que huyen del Triángulo Norte, al precio que sea.