Francia atraviesa una crisis, encubada desde hace décadas, pero convertida en un desafío en la calle por el movimiento de protesta de los chalecos amarillos.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, encontró ayer poco respaldo en su fórmula de salida a la crisis de los “chalecos amarillos”: un gran debate nacional con el que pretende transformar el malestar ciudadano, hasta ahora mostrado en violentas protestas callejeras, en propuestas políticas.
Después de presentar en la noche del pasado domingo los principales temas en una carta abierta a los franceses y un día antes del lanzamiento efectivo del debate, la oposición expresó sus dudas sobre la validez del debate, al igual que algunos de los portavoces del movimiento de protesta.
El reto es duro para Macron, que pretende impulsar su mandato con esta respuesta a las protestas y abrir una profunda reflexión que desemboque en lo que él mismo definió como un nuevo pacto social.
Macron dio marcha atrás hace unas semanas en algunas de sus políticas económicas y, aunque aseguró que el rumbo general de su acción no iba a cambiar, anunció medidas sociales por valor de 10.000 millones de euros.