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Cartas del lector
Miércoles 13 de marzo de 2019 - 12:00 PM

HÁGASE OÍR

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Somos libres

¿Somos realmente libres? Pues no, empecemos porque todo lo que comemos son productos diseñados para enriquecer la industria y nos llenan de química tóxica. Las bebidas también tienen precio, incluyendo el agua que pertenece a grandes compañías, las frutas las compramos igual que todo. Estamos educados para eso, somos la materia prima de la élite y su recurso más grande.

Donde había árboles limpiando el aire, ahora hay fábricas que contaminan. Donde había agua para beber, ahora hay residuos tóxicos.

Más de mil millones de personas mueren al año de hambre, en un planeta que produce de todo y en donde un 70% de los granos son el alimento de los animales que luego nos comemos, porque compramos su carne.

Vamos por la vida destruyendo el planeta. ¿Qué pasara cuando hayamos contaminado el último río y envenenado el aire? ¿Cuándo nos daremos cuenta que el dinero no se come? No destruimos el planeta, destruimos su vida.

Cada año miles de especies se extinguen, falta poco para que seamos nosotros. Creemos saberlo todo y hay tanto que desconocemos, vamos por la calles sin valorar las cosas más simples, las miradas de los demás, sus historias, sus vidas que son apasionantes y llenas de inquietudes para entenderlas y ayudarnos a vivir mejor.

Chepita Jaimes Conde

Yo me retracto...

Esa parece ser la consigna de todos los que tienen procesos con la justicia colombiana, en los últimos y más sonados casos de corrupción, como Odebrecht, Reficar, y ahora con los dólares para evitar la extradición de Santrich.

Nunca se había visto un maregmun de controversias y afirmaciones “dudosas” según los implicados para desvirtuar de forma tajante cualquier investigación, y por ende, responsabilidad en el caso.

“Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario" reza la norma en el derecho; sin embargo, en estos casos de tanta flagrancia, corrupción y politiquería la justicia no puede actuar.

Es increíble que Colombia, con el nivel más bajo de crecimiento económico en América Latina y el mundo, todavía se ufanende ser un país demócrata con un nivel de escolaridad mediocre y un robo continuado al Estado de más de 50 billones y todavía pensemos que somos los más felices del mundo.

Por ahora, solo nos resta conjugar el verbo retractar: yo me retracto, tú te retractas, él se retracta, nosotros nos retractamos, vosotros os retractáis, ellos se retractan.

José Alejandro Centeno Arenas

El servicio doméstico

Cuán equivocado está Germán Valenzuela Sánchez al comentar sobre el mal trato que se les da a las empleadas domésticas. Reciben un salario de $50.000.00 diarios con alimentación, y una nevera repleta para que satisfagan su apetito. Su salario es superior al de una secretaria recibiendo cuando mucho un tinto. Las domésticas son un miembro más de la familia: hacen lo que quieren, llegan y se van a la hora que les provoque, gozan de todas las prestaciones sociales y claro que eso no es un favor, sino una obligación del patrón. Ya no son esclavas como lo creé Germán Valenzuela, a no ser que en su círculo exista el sometimiento. “La crítica es fácil, el arte difícil.” DESTOUCHES.

Graciela De Salcedo.

Santander amable

De niño escuchaba que los santandereanos éramos personas tímidas que nos hacía ver como maleducados y francotes rayando en la grosería. Así fui creciendo y realmente teníamos la tendencia a fruncir el ceño constantemente. Siendo estas características ensalzadas por el común de la gente. Sin embargo, en los últimos tiempos he observado con alegría que cuando llego a una oficina pública o a un establecimiento de comercio la gente es amable y me recibe con una sonrisa. No sé cómo se produjo el cambio, pero se está volviendo una constante la gentiliza y la amabilidad de los santandereanos. Bien por esa. Porque sumado a las características de bondad, temple, honestidad y trabajo de la raza santandereana nos llevaran a la senda del progreso ahora que nos hemos vuelto una región turística. Y no olvidemos que un pueblo que sonríe es un pueblo que es feliz.

Claudio Rafael Gómez Ortiz

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