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Alberto Montoya
Martes 25 de enero de 2022 - 12:00 PM

Motivación y alianza Progreso

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Es normal y frecuente que, al comenzar un nuevo año, cada uno de nosotros de manera individual y como miembros de familias, empresas u organizaciones, nos fijemos nuestros propósitos, nuevas metas, nuevos planes para el año que comienza y, en general, es legítimo, loable y conveniente que iniciemos el año con el propósito y aspiración de crecer como mejores personas y, como sociedad, a progresar política, económica y socialmente. Siempre, en esa relación de deseos, propósitos, aspiraciones, planes y metas, aparecerán dos palabras: “optimismo” y “progresar”.

Refiriéndome a lo que significa “progresar” y dado el momento social y político por el que estamos atravesando, quiero presentarles algunas de mis reflexiones. En primer lugar, conviene tener claro que el progreso, si bien es una fuerza a veces imperceptible, invisible y gradual, no se da sola, no está garantizada y aparece gracias a la voluntad, casi siempre tácita y silenciosa de líderes que identifican oportunidades y grupos de personas que acuerdan alcanzar un resultado obtenible. Así, suavemente, casi siempre despacio, con dedicación, responsabilidad, sacrificios y paciencia, progresan las personas, las familias, las organizaciones y los países. Lo duro, triste y real del progreso es que se puede reversar fácilmente. Dejar de progresar y reversar puede darse por una equivocada decisión de gobierno o por un error estructural que se cometa de manera individual o colectiva. En resumen, el progreso no es una fuerza automática y no está garantizado.

Respecto al “optimismo”, conviene llamar la atención sobre la tendencia que, con la influencia de los medios de comunicación y redes sociales, nos lleva a ver el punto negro en la hoja blanca, ver lo malo y el desafortunado detalle o errorcito que salió mal, en medio de una celebración donde todo fue importante. Esa tendencia a destacar lo malo nos conduce al pesimismo, a creer que todo saldrá mal y a pensar que se fracasará en las aspiraciones privadas y públicas. Lamentablemente, muchos medios de comunicación piensan que lo bueno no es noticia. Que lo que eleva el ranking son las malas noticias. Esta tendencia nos acerca, sin darnos cuenta, a la cultura del pesimismo, lo que es en esencia la tendencia a ver y juzgar todo en su aspecto más negativo o más desfavorable.

A mis 78 años, recién cumplidos, estoy convencido de que el progreso y el optimismo son hermanos interdependientes. Que nuestro País y nuestro Santander progresa y progresará en la medida que nos aliemos para avanzar con paso firme.

Santandereanos: El optimismo y el progreso depende de nosotros. Todos, “QUEDAMOS EXPECTANTES”.

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