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Alexander Arciniegas
Miércoles 01 de diciembre de 2021 - 12:00 PM

Los nazis de Tuluá

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Se ha hablado mucho y con razón, del condenable episodio ocurrido en la Escuela de Policía de Tuluá, la tierra del “Cóndor” Lozano, quien se cansó de matar liberales en la época de la Violencia, y del Tino Asprilla, amante de los caballos y de las armas. Pero el problema es más profundo.

Y es que sin desconocer las evidentes fallas en la doctrina y la formación policial en Colombia que, dicho sea de paso, no se resuelven con un simple cambio del color del uniforme, la verdad es que, desde hace décadas, el fascismo se ha enraizado en la sociedad y alimenta nuestra fratricida cadena de violencias, sin paralelo en Latinoamérica.

Entre nosotros abundan comportamientos fascistas que van desde aquellos más brutales hasta los más sutiles y en apariencia inocentes. Muchos tenemos actitudes fascistas sin siquiera saberlo. Abundan en Colombia personajes que desprecian la crítica y nos exigen jalar para el mismo lado siempre y cuando, sea para el lado que ellos arbitrariamente determinan.

Nuestros fascismos están preñados de racismo, de desprecio a los pobres y de miedo a la diversidad. Utilizan la frustración individual y social para mantener un orden basado en la exclusión y la desigualdad.

Por eso me temo que el episodio de los “nazis” de Tuluá es apenas la punta del iceberg y entiendo por qué parece haber despertado más repudio en Israel o en Alemania que al interior de la sociedad colombiana. De lo contrario, el ministro de Defensa y la cúpula policial ya se habrían caído.

Ojalá nuestro fascismo endémico, ese que convierte en ministros a personajes como Molano y que históricamente ha justificado el exterminio del otro, mediante embelecos como el “basilisco”, el “castrochavismo” o el “neocomunismo”, se resolviera destituyendo al director de la Escuela de Policía de Tuluá. Pero no, al ahogado no hay que buscarlo río arriba.

Adenda: Desde aquí también rechazo la elección de Fredy Anaya como contralor de Santander. En el momento en que la corrupción está desbordada y en el que el agua de Santurbán está bajo amenaza por la megaminería, la vigilancia del patrimonio de todos no puede confiársele a alguien cercano al “Clan Aguilar” y a MINESA.

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