Con Lula el retorno de Brasil al escenario mundial parece tener dos grandes prioridades: enfrentar la deforestación de la Amazonia y sus efectos climáticos; al tiempo que la paz en Ucrania. Por eso, durante la visita relámpago del Canciller alemán Olaf Scholz a Brasilia el mes pasado, no solo quedó claro que su país restablecerá los aportes al fondo para la protección de la Amazonía; sino, la propuesta del presidente brasileño de crear un grupo de países para mediar en Ucrania.
La idea de este “club de la paz” fue retomada por Lula en su reciente visita a Washington para reunirse con el presidente Biden. Esta iniciativa incluye un conjunto de países que no están directamente involucrados en el conflicto, como India, China y el propio Brasil, pese a que este último, no ha condenado las acciones de Putin en Ucrania y ha decidido abstenerse de las resoluciones del Consejo de Seguridad que condenan a Rusia.
Cuando se cumple un año del inicio de la llamada “operación militar especial” y en medio de los mediáticos desacuerdos entre Putin y Biden sobre el tratado de limitación de armas nucleares New START, que aviven el fantasma del uso de armas nucleares tácticas en este conflicto; la decisión de Brasil de impulsar una fórmula de paz con países emergentes, en Ucrania, en lugar de ceder a la presión occidental de enviar municiones, no solo es pertinente frente a una crisis que parece extenderse en el tiempo y agravarse, sino realista, pues países como China con fuertes vínculos económicos, energéticos y político-militares con Rusia y con una creciente influencia internacional, pueden tener la llave para sentar a las partes en la mesa y avanzar en una negociación que podría tener como punto inicial, retomar así sea parcialmente, los acuerdos de Minsk en los que el gobierno de Ucrania, reconoció un grado de autonomía constitucional para las provincias que hoy están bajo dominio ruso.
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