La historia demuestra que las naciones y regiones que han experimentado un desarrollo significativo han sido aquellas en las que el sector público y el empresarial se han unido y compartido responsabilidades y objetivos.
Alfonso Marín
Despedida
Muchos sentimientos me llegan al escribir esta despedida de mis amables lectores, durante años en los que expresé opiniones sobre temas diversos de nuestra región y del mundo, en los que pretendí invitar a la reflexión y brindar una mirada sobre aspectos de la realidad humana, quiero mencionar algunos de los temas en los que más insistí para que queden en la memoria:
La familia, la más antigua de todas las sociedades y la única natural.
Los niños, cuando se habla de los niños, todos nos ponemos atentos, porque en cada uno de ellos nace la humanidad. Defendamos los niños de todo y contra todo. No más minutos de silencio por la muerte de cada uno de ellos.
La naturaleza, la defensa del medio ambiente es nuestra propia defensa. Declarar de utilidad pública todas las aguas y bosques naturales de nuestro país, enseñemos a los niños a sembrar árboles, se necesitan 12 árboles para proveer el aire que requiere diariamente el hombre.
Los amigos, uno no es nada sin amigos. “La amistad conserva a los muertos con vida, saca vino del agua, le da ojos al que está ciego” (J. Mario).
Tenemos que hacer de la amistad un culto; fomentarla desde la infancia, exaltarla en los Centros de Educación, pues la amistad está por encima de las diferencias; porque es la amistad la que multiplica bienes.
“Paseo de un romántico enamorado por el mundo” fue el testimonio de mis viajes, porque considero que los viajes sin memoria, se pierden en el olvido.
Quiero compartir mis agradecimientos, en primer lugar, con la Divina Providencia por permitirme llegar a mi edad con la alegría de quien ha cumplido con sus deberes de ciudadano, esposo, padre y amigo.
Agradecimientos siempre con el periódico Vanguardia, con Alejandro Galvis Galvis, quien me invitó a escribir con continuidad está columna hace más de 30 años, a Alejandro Galvis Ramirez, amigo siempre amable, a mi esposa Luz Marina, con quien compartí muchos de los temas escritos, al historiador Pedro Vivas, por su apoyo durante los últimos años, a mi hijo Rafael Augusto, por su aliento permanente para llegar hasta hoy y en especial a todos los lectores por sus valiosos comentarios.
“Escribí con alegría, porque la felicidad suprime la vejez”.