Tal vez el movimiento vanguardista que marcó el cambio hacia la modernidad en el arte, la cultura, la política, y la literatura en las primeras décadas del siglo XX, en Europa, motivó a Alejandro Galvis Galvis para darle nombre al diario que puso en circulación en 1919, en una ciudad de poco más de veinte mil habitantes. La circunstancia de que estas corrientes intelectuales le dieran especial relevancia a la libertad de expresión, seguramente le permitió rotular su propósito de librar una formidable batalla contra los dogmatismos de la época en nuestro medio, inspirado en la tradición liberal heredada de las luchas comuneras y de las conquistas sociales de avanzada de la segunda mitad de la anterior centuria.
Animado por ese impulso renovador, el Periódico se inscribió pronto en la conciencia colectiva como un referente de opinión, de información oportuna y de discernimiento sobre el acaecer regional, nacional y de la ciudad. Cometido que se puede valorar en la exposición de su archivo en el Centro Cultural del Oriente y en la publicación Vanguardia 100 años narrando la historia de Santander.
Según sus editores, “este libro no solo recoge y destaca acontecimientos que han sido hitos desde 1919 hasta hoy, sino que trata de aportar a ellos la perspectiva de una historia viva, que los narra y los explica, pero que también puede proyectarlos al establecer el decurso de las distintas realidades que nos han determinado, a nosotros como periódico y a los santandereanos como entidad única y pluricultural”.
La persistencia y claridad de propósitos que le ha permitido a la familia Galvis mantener esta empresa periodística bajo su orientación, durante un siglo, fue sintetizada en brillante discurso por su actual gerente, Alejandro Galvis Blanco,
con ocasión de la gala de celebración “Ha habido tiempo para vivirlo todo, momentos de felicidad, de crisis, de tristeza, de tranquilidad, de angustia y de zozobra, pero como dijo mi abuelo, Alejandro Galvis Galvis en 1953, después del incendio que nos destruyó completamente y luego mi padre Alejandro Galvis Ramírez, después de la bomba en 1989, aquí estamos”.