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Domingo 15 de enero de 2023 - 12:00 PM

Convivencia polémica

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Entre 1962 y 1965, bajo los papados de Juan XXIII y Pablo VI, se celebró el Concilio Vaticano II con el propósito de ajustar la práctica pastoral y litúrgica de la Iglesia Católica a los tiempos cambiantes, mediante la promoción de la fe, la renovación moral de la vida cristiana de los fieles, la adaptación de la disciplina eclesiástica y el mejoramiento de la interrelación con las demás religiones. Se lograron importantes innovaciones. Sin embargo, dispares interpretaciones de los documentos aprobados han polarizado las alas reformistas y conservadoras que coexisten en la conducción espiritual de 1.400 millones de feligreses en los cinco continentes.

El cardenal alemán Joseph Ratzinger fue elegido Papa en 2005. Se comprometió al desarrollo de un renovado lenguaje para hablarle al mundo luego de los escándalos vaticanos, pero, atendiendo su personal convicción, determinó que “la enseñanza tradicional es la única respuesta”.

Durante su pontificado, que se extendió hasta 2013, se opuso al sacerdocio para las mujeres, a la aceptación de la homosexualidad, a las prácticas anticonceptivas, a la abolición del celibato, y se le acusa de no haber combatido eficientemente la pederastia. A su renuncia, la sucesión recayó sorpresivamente en un exponente de la corriente aperturista, el cardenal Bergoglio, quien se ha mostrado más tolerante e interesado en temas sensibles como la lucha contra la pobreza, el cambio climático y la política migratoria.

La convivencia de Benedicto, en uso de buen retiro, y de Francisco, en ejercicio de sus funciones, ha merecido diversos análisis. Algunos consideran que la intervención tras bastidores del primero contribuyó a contener la convulsión interna; otros estiman que fue un palo en la rueda para impedir el aggiornamento de la Iglesia, en cabeza de Francisco.

La controversia nunca ha amainado, según testimonio consignado por el secretario de Ratzinger en el libro Nada más que la verdad, de reciente aparición. El rumbo que tomen los acontecimientos se advierte trascendental para la humanidad y, en especial, para Colombia, donde la Iglesia Católica ha tenido especial protagonismo. Como sostenía Gonzalo Sánchez, exdirector del Centro de Memoria Histórica, “hablar de la iglesia es hablar de nosotros mismos”.

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