Ha comenzado diciembre, que es, para muchas personas, no solamente la época más amable del año, sino la temporada más importante...
En su alocución inaugural, y para tranquilidad de todos, el presidente Petro sostuvo: “Tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida”.
Ilusión extraviada por diversas circunstancias que han entorpecido su cumplimiento. No fueron acertadas la convocatoria y posterior disolución de la coalición política, en respuesta a las discrepancias en el trámite de las reformas pensional y de la salud. No ha sido afortunado el reiterado talante selectivo de su discurso al abundar en la categorización de “nosotros y ellos” y en su actitud desafiante. Creó un pánico innecesario con el anuncio de interrumpir las exploraciones petroleras, cuando se trata de una intención a largo plazo. Además, es sintomática la improvisación en nombramientos de directivos de agencias que revisten especial importancia.
Tampoco han acertado los partidos políticos al optar por una actitud ambivalente ante la dependencia de las dádivas y cuotas burocráticas de cara a las elecciones regionales, ni en la invitación a activar un cerrado rechazo a las iniciativas reformistas del Ejecutivo.
Ahora, con el ambiente enrarecido por los escándalos en los que está involucrado el hijo del presidente, se impone un llamado a frenar los impulsos desestabilizantes y abrir un compás de espera para que las instituciones encargadas de investigar y juzgar sus conductas arrojen resultados definitorios.
Si bien el margen de maniobra del gobierno se ha estrechado, justo es reconocer que la mayor parte de los indicadores se han comportado de manera favorable, como ocurre con el cambio del peso frente al dólar; las bajas tasas de desempleo y del índice de precios al productor o el aumento del recaudo tributario. Con gestos razonables como definir líneas claras de trabajo con sus colaboradores, y hasta con una manifestación de respeto enmendando la impuntualidad del mandatario en su agenda, podrían enderezarse substancialmente las cargas.
Hoy, al igual que hace un año, cobra singular vigencia su concluyente afirmación: “los retos y desafíos que tenemos como Nación exigen una etapa de unidad y consensos básicos. Es nuestra responsabilidad”.