La salud de una sociedad tiene mucho que ver con la forma en que las administraciones tratan a sus ciudadanos más vulnerables, y los peatones son, indiscutiblemente, los usuarios más indefensos de nuestras calles.
La iniciativa de reformar el articulado de la Ley 30 de 1992, para aliviar las condiciones financieras de las Instituciones de Educación Superior públicas, se ha acompañado de un proyecto de ley estatutaria que propone elevar a la categoría de derecho fundamental el acceso a todos los niveles educativos.
Aunque los textos han merecido un alud de comentarios desfavorables, se abona que por fin se haya puesto en el centro de la discusión nacional a la educación; ámbito en el que se reflejan en su real magnitud las preocupantes inequidades de nuestra sociedad, y constituye la única herramienta posible para dar solución a las profundas desigualdades entre los colombianos.
No basta con aliviar la precaria situación financiera de muchos de esos establecimientos, ni procurar la creación de 215 mil nuevos cupos en las universidades, si mantenemos las mismas falencias y la deserción de uno de cada tres estudiantes por deficiencias en sus conocimientos y competencias, bajo capital cultural o equivocada orientación. El mejoramiento de las instancias inicial, primaria, media y secundaria es el camino para ampliar la cobertura con equidad en el nivel superior.
La falta de articulación de la universidad con la comunidad, el vacío del trabajo interdisciplinario y la falta de pertinencia en sus programas, o la carencia de pensamiento global de los egresados no se enmiendan con medidas de corte demagógico como la de armonizar los ciclos académicos y de formación de la educación superior con los saberes y conocimientos ancestrales de las comunidades étnicas o la de conformar asambleas multiestamentarias que puedan incidir efectivamente en la elaboración de políticas y planes institucionales y en las reformas y modificaciones estatutarias.
La segregación social empieza desde la primera infancia. Las críticas condiciones en la atención y nutrición en los núcleos de pobreza de los infantes de 0 a 3 años se siguen profundizando con el ingreso de unos niños a guarderías calificadas o su permanencia en casa, y se refuerza, lamentablemente, en todos los niveles educativos por las abrumadoras diferencias en la calidad de los planteles a los que tienen acceso unos y otros.