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Alvaro Ordoñez
Miércoles 29 de mayo de 2019 - 12:00 PM

Dolor de ciudad

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Todos las personas que desarrollamos nuestra actividad en un área urbana tenemos un deber para con nuestra sociedad y nuestra ciudad, más allá de nuestro natural aporte generando empleo, pagando impuestos y observando un buen comportamiento ciudadano.

Le debemos a nuestra sociedad el participar activamente en los temas de desarrollo social, cultural, económico, etc. Para ello hemos diseñado los gremios empresariales, las cajas de compensación familiar, los clubes de servicio, las ligas deportivas y multiplicidad de fundaciones en donde se deben desarrollar las acciones que desde distintas instancias generen bienestar y crecimiento a la región.

Por eso es muy importante replantear si todas estas instituciones están cumpliendo con el sentido social del bien general y el desarrollo ciudadano, y si nuestra participación allí está enmarcada en el servicio social, o si se han convertido en reductos de poder individual y grupal, en donde se buscan beneficios personales, nos mimetizamos para buscar participación o reconocimiento, puestos de trabajo para familiares y amigos, y otros beneficios, haciéndonos eternos enamorados del poder, alimentando los egos y olvidando la obligación de servir a la ciudad y la comunidad que nos designó para llevar su vocería.

Desde las juntas directivas de estas instituciones se deben crear los espacios para desarrollar la visión de región y ciudad con dedicación y sabiduría, sin hacer contubernios con los gobernantes, pero exigiendo de ellos su mejor expresión, dando ejemplo de pulcritud y profesionalismo y recordando que la importancia de cada entidad está en su liderazgo y aporte a la sociedad y no en la soberbia de sus directores ejecutivos o presidentes.

Cada institución cívica, gremial o de cualquier índole que desarrolle este tipo de objetivos debe tener en sus cuadros directivos a los mejores hombres de la ciudad. Nos corresponde esa obligación, para desde allí engranar con los gobernantes, los políticos y todas las fuerzas vivas verdaderos proyectos de real envergadura que dinamicen a la región.

Barranquilla es hoy un ejemplo de dolor de los empresarios y gobernantes por la ciudad, el Teatro Santander es un ejemplo de proyectos de ciudad impulsados por el sector privado y secundado por el gobierno; eso demuestra que sí se puede.

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