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Alvaro Ordoñez
Miércoles 07 de agosto de 2019 - 12:00 PM

Escuchar

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El que escucha consejo llega lejos, decían los abuelos. Esa debería ser una de las competencias que más deberíamos desarrollar en las personas, los empresarios, los políticos, los maestros, los padres y los hijos, seríamos mucho más exitosos en nuestros diferentes roles si realmente escucháramos a nuestros interlocutores.

A nivel empresarial el éxito en buena parte está dado en función, de que tanto somos capaces de escuchar a los clientes, sus necesidades y deseos, escuchar es recibir verdaderamente el mensaje, muchas veces escuchamos lo que queremos, lo que la tendencia manipulada nos dice, el mensaje que envían nuestros intereses y nuestra convicción personal de lo que es mejor para los demás y que nos impide percibir la realidad expresada, por el poder de nuestros prejuicios o por un extraño sentimiento de supremacía intelectual que suele embargar a las personas cuando tienen el poder.

Lo más común es no escuchar, algunas veces a propósito y otras por física incapacidad, los políticos de nuestro país son expertos en el arte de hacerse los pingos, los de la vista gorda o los sordos, no hay peor sordo que el que no quiere oír, escuchar es la mayor muestra de respeto por las personas, evidencia interés real y es la base de las más sanas relaciones. Que felicidad grande podemos generar cuando escuchamos para entender y no para responder, lo que otros quieren decirnos, con la meta de mantener a cualquier costo una posición o un criterio, seguramente si escucháramos nos entenderíamos, posiblemente nuestro alcalde reconsideraría su ambicioso y moderno proyecto de ciclo rutas.

Si los bancos y los fondos de pensiones escucharán el clamor de los adultos mayores entenderían que la digitalización impersonal de sus procesos por moderna y eficiente que parezca no es una opción desde ningún punto de vista para este segmento de clientes, seguramente para ellos métodos más tradicionales y menos complicados sean lo que los satisfaga, las empresas dicen enfocarse en el cliente pero se dejan dominar por los procesos estandarizados que no escuchan ni condición ni situaciones especiales. Los países más desarrollados se hunden en la soledad de sus gentes a las que nadie escucha.

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