El presidente Gustavo Petro, quizás forzado en parte por los últimos resultados de la economía que ha mostrado índices preocupantes, parece, por fin, entender que de las posiciones dogmáticas, unilaterales, unidimensionales, solo queda el aislamiento y es lo que ha comenzado a experimentar su gobierno.
Alvaro Ordoñez
Sarna con gusto...
No pica y si pica no mortifica diría una gran amiga mía. Votamos con el miedo de lo que es terrible para el país y terminamos eligiendo otro desastre, así llegó el gobierno del presidente Duque, hombre aparentemente bien intencionado y claro pero presionado por tantas vertientes de su partido, que por momentos pareciera necesitar años luz para parecer el estadista líder capaz de dirigir un país que necesita por encima de cualquier cosa una moral a toda prueba que no ceda a las presiones de los politiqueros de turno ni a los mezquinos intereses de los grupos financieros, ni al fantasma de la injusta protesta social ni mucho menos a las trampas del poder y sus amigos.
Igualmente nos pasó a nivel local, elegimos al ingeniero recomendado por el ingeniero creyendo que corregíamos los errores del primero y nos alejábamos del grupo político más cuestionado de la ciudad. No logramos corregir los errores por el contrario elegimos un gobierno lejano y que siguiendo el mejor ejemplo del primero no escucha a nadie más a que a su novel equipo, ignora a la ciudadanía y se llena de soberbia en todos y cada uno de sus integrantes ante la crítica.
Ni qué hablar del gobierno departamental, en la lamentable línea de sus antecesores y utilizando la misma táctica de creer idiota a los electores, haciendo parecer que se nos colaron los mariachis a la misa, que servimos de mediadores entre los intereses de las partes y que la transparencia de sus actos es tal que nadie y muy especialmente los entes de control no alcanzan a ver mancha alguna en medio de tan cristalino ambiente.
Juran los partidos en público que no apoyarán la reforma tributaria, todos la consideran absurda por decir lo menos, Carrasquilla se hace el que no le importa y prefiere demostrar que no come huevo, todo esto para lograr que volvamos a caer en su juego de pasiones y nos siga carcomiendo el incumplimiento de las promesas, la corrupción y el enriquecimiento fácil y rápido. La conclusión es una sola si volvemos a votar con el estómago o con el miedo, sin usar el cerebro.