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Andrés Peralta Goelkel
Jueves 31 de enero de 2019 - 12:00 PM

Cuando la guerra es un negocio

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Todavía puedo recordar el escalofriante sonido de los aviones de combate A-37, sobrevolando a Bucaramanga hace unos años. Fueron segundos de pánico que sorprendieron a propios y extraños, obligando a la fuerza aérea a dar las explicaciones necesarias para calmar a la población santandereana que -con toda razón- sentó su voz de protesta ante el comando central. ¿Lo recuerda? No sé a usted, pero le confieso que en ese momento quedé más asustado que Timochenko el día que firmó la paz en Cartagena, mientras por sobre su cabeza pasaban raudos dos aviones Kfir.

Lamento dañarle el buen rato de lectura en el que está sumido en este momento, pero mucho me temo que la guerra o intervención militar que se viene cocinando lenta y perversamente desde Washington, contra Venezuela, llevara a los santandereanos a experimentar momentos de tensión y dolor que hasta hoy desconocíamos, pues si bien es cierto que vivimos en un país violento por naturaleza, hay que decir que con contadas excepciones, a las ciudades capitales no les tocó vivir la violencia del conflicto interno; tan es así que en más de cincuenta años de enfrentamientos con la guerrilla, esta es la primera o tal vez la segunda vez que un avión militar sobrevolaba la capital santandereana, y valga decir que no lo hizo en atención a una escaramuza militar. Pues bien, como le decía mucho me temo que ese incidente del 2014, cuando los bumangueses, vimos alterada la tranquilidad de nuestro “vividero” con los aviones en mención, se podría convertir en el pan de cada día, como quiera que nuestra posición geográfica nos hace vulnerables frente a un posible conflicto.

Es por eso que preocupan y mucho, las recientes declaraciones que nuestro flamante embajador en los Estados Unidos, Francisco Santos, concedió a un medio local de la ciudad de Cúcuta (TVCúcuta) en donde con su locuaz estilo, les da la buena nueva a los hermanos cucuteños. Según él, después de que Venezuela sea liberada, el norte, “y hasta los bumangueses” verán correr ríos de leche y miel “como nunca antes”, pues con su particular modo de ver las cosas, la guerra dejaría destrozada a Venezuela y el negocio multimillonario de reconstruirla pasara por el norte, por la frontera. Santos que vive en Washington y en su calidad de embajador tiene acceso a información de primer nivel, se muestra confiado en sus afirmaciones. Por algo será.

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