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Armando Martínez
Miércoles 15 de febrero de 2023 - 12:00 PM

Creencias infundadas

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El coronel Aureliano Buendía y Macondo son ficciones literarias de un escritor célebre, y los lectores sabrán que no designan un personaje y un sitio reales. ¿Por qué, entonces, creen ustedes que Manuela Beltrán realmente existió? Este personaje literario fue anunciado, en 1870, por Soledad Acosta de Samper apenas como “una mujer del pueblo, pero decentemente vestida, que arrancó y despedazó un cartel, tirando los pedazos al aire”, pero fue un escritor veleño —Constancio Franco Vargas— quien en 1891 usó su novela Galán el comunero para ponerle nombre y oficio: Manuela Beltrán, “menestral de tabacos”, quien llegó a la puerta del Estanco del Socorro y, arrancando un edicto, lo convirtió en menudos pedazos.

Esta heroína de dos novelas románticas fue incorporada a la memoria de los santandereanos con poesías y teatro patriótico, ignorando que nunca fue real. ¿Alguien preguntó por la veracidad de esa creencia infundada? Pues basta usar el motor de búsqueda de Family Search para comprobar que ninguna mujer con ese nombre fue bautizada durante esa época en la provincia del Socorro. Pero si aceptamos que fue una mujer la que arrancó el edicto en 1781, ¿entonces quien fue?

José María Quijano Otero, director de la Biblioteca Nacional en 1878, respondió:

“aquella humilde hija del pueblo que vino a ser heroína en la historia se llamaba María Antonia Vargas Núñez. Aquella valerosa mujer halló en la tumba doble manto de silencio y de olvido”. Si aplicamos el motor de búsqueda mencionado, encontramos que efectivamente esta mujer fue bautizada en la parroquia de Charalá el 10 de marzo de 1760, con lo cual en el momento en que rompió el edicto en el Socorro, el 16 de marzo de 1781, estaba a punto de cumplir 21 años. Vivió 56 años, y casó con Juan José Gómez.

Y ahora: ¿qué hacemos? ¿Nos aferramos religiosamente a una creencia literaria infundada, o levantamos el manto de silencio y olvido? La historia se escribe con documentos, en lucha contra los mitos de la ficción y de la memoria popular. Ahora sí que hablen los charaleños, si es que les importa recordar lo que estuvo oculto.

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