La historia demuestra que las naciones y regiones que han experimentado un desarrollo significativo han sido aquellas en las que el sector público y el empresarial se han unido y compartido responsabilidades y objetivos.
A lo largo de la Calle 45, donde termina el barrio Alfonso López y comienza Campohermoso, se encuentra un lúgubre paredón salpicado de elevadas garitas de vigilancia. Desde los comienzos de la década de 1960, pertenece a una Cárcel Modelo, aunque quienes la habitan no pretenden ser modelos para nadie. Escalofrío provoca ese escenario de las miserias humanas, de las ideologías tóxicas, de los estragos de la estupidez humana y de las víctimas de odios o injusticias. Como se encuentra entre camposantos, hornos crematorios y un encierro de la demencia, este fragmento de esta calle no provoca alegría alguna.
Hasta ella llegó una partida de sospechosos, organizados en una Corporación INSTUTOBER. Son unos muchachos llamados Pepiyo Gráfico, Fabián Scrawl, Andrés Armando Duarte, Brian Andrés Rojas, María Fernanda Vargas y Jonathan Toledo. Ninguno de ellos conocido. Gastaron mucha saliva para convencer al INPEC, a la Fundación de Pintuco y al Instituto Municipal de Cultura para sacar adelante su propósito, llamado Festival de arte urbano “Pinta la Bonita”, que pusieron en ejecución el fin de semana pasado. Aprestaron con vinilo blanco ese maldito paredón, compraron 800 aerosoles de todos los colores, y convocaron a 45 grafiteros, tatuados en brazos o piernas, entre ellos cinco venidos del extranjero.
A cada uno le entregaron 12 metros cuadrados y un andamio y le dijeron: pinten lo que quieran, dentro del concepto de arte urbano callejero, y con alguna temática de las segundas oportunidades y el aprovechamiento del tiempo libre. Bueno, pues vi el resultado, gracias a la invitación de Pablo Alfredo Acebedo. Para empezar, trabajo disciplinado y duro, a la intemperie. Para unos sospechosos de vagos, ya es una gran ganancia. Muchas mujeres jóvenes empuñando los aerosoles para plasmar sus ideas artísticas, segunda ganancia. En general, mucho juicio y seriedad. Los estetas se encargarán de juzgar la calidad de las obras, pero lo contundente es lo siguiente: desapareció el paredón lúgubre de la cárcel. Al menos los presos liberados encontrarán, tras la puerta de salida, un colorido variopinto que alegrará más su ánimo libre. La Calle 45 ha cambiado, y también el espíritu de su vecindario.