Florencio Avalos fue el primer minero rescatado de la mina de San José en Calama Chile un 13 de octubre del 2010. El y 32 de sus compañeros permanecieron 69 días en un rescate que recorrió el mundo. “A mí se me aprieta el pecho de pensar y volver a recordar esos días que fueron muy difíciles. La vida es linda, la vida que Dios nos dio debemos aprovecharla, debemos saber vivirla, debemos saber valorarla y no debemos decaer ante cosas pequeñas.” Muchos recordamos esos eventos en Chile ya que produjo un singular acto de empatía y solidaridad mundial. Muchos países ofrecieron sus expertos en rescate minero y el lugar de la mina se convirtió en un epicentro mediático que alimentaba la esperanza de un final feliz.
Un amigo de la época me hizo ver que en este drama siempre aparecía un importante protagonista: el presidente de Chile (el que hoy repite período Sebastián Piñera). Allí estaba en los momentos álgidos y allí estuvo para dar el primer abrazo a Florencio y sus compañeros. Recuerdo que para mi amigo los gestos de Piñera nunca los calificó de oportunismo político, sino que para él consistía en actos de empatía de un mandatario preocupado por sus ciudadanos. Algo similar le pasó a la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern que saltó a la palestra del liderazgo mundial por la forma en que enfrentó la crisis de Covid en su país. “Puede que no hayamos experimentado algo así en nuestras vidas, pero sabemos cómo cuidarnos unos a otros, y en este momento qué podría ser más importante que eso”, afirmó antes de repetir el que ha sido su mantra: “Por favor, sé fuerte y sé amable”.
“Inyectados de esperanza” nos dice el titular de Vanguardia, pero casi en paralelo escribe “crisis por politización de la vacunación”, y allí otra vez aparece ese curioso contraste entre empatía y oportunismo. Difícil la tiene nuestro presidente en esta coyuntura donde cada acto suyo es sometido a nuestro más exigente escrutinio. Quizás las palabras de Florencio de “no debemos decaer ante cosas pequeñas” o las de Jacinda, “por favor se fuerte y se amable” podría inclinar la balanza hacia la empatía. Mucho la necesitamos hoy en nuestra Colombia.
