Luego de varios meses de silencio, desde el aleve y sangriento ataque del Eln, el pasado 17 de enero, contra la Escuela General...
Guardados
“Los guardados nunca son buenos” me decía mi madre cuando entraba en mi fase taciturna. Había cierta preocupación de verme callado y pensativo todo el día. Temía que este estado de silencio era parte de una acumulación de sueños frustrados que si no los vocalizaba iba a redundar en un estado depresivo aun mayor o, peor aún, en un comportamiento de rebeldía incontrolable, nada sano en un joven que según ella lo tenía todo y estaba para grandes cosas. Con el tiempo descubrí que el silencio era parte más bien de una personalidad tímida y que había cierta sabiduría en el cuento de los guardados- dejar que las cosas pasen y no decirlas- ya que el inconformismo acumulado sin solucionar es una peligrosa bomba de tiempo que lleva a caminos inciertos e impredecibles.
Para algunos el metro de Santiago es un modelo de servicio público. Tiene la capacidad de transportar más de 2 millones de pasajeros al día a través sus 136 estaciones, 6 líneas y modernos trenes. Sin duda una gran solución para una urbe de cerca de 7 millones de habitantes. Parece ser que el ciudadano chileno tenía más de un “guardado” ya que el anuncio de una pequeña alza en la tarifa del metro derivo en lo que el semanario The Economist describe como “el paroxismo de furia que llevo a que los protestantes quemaran estaciones y trenes. Esta protesta activó un ataque de nervios colectivo en Chile que se expresó en múltiples formas: desde protestas pacificas demandando una sociedad más justa y menos inequitativa hasta brotes de delincuencia común”. La expresión del “guardado” colectivo llevó al gobierno Piñera a declarar estado de emergencia, crisis ministerial y a implementar una serie de medidas “sociales” tratando de aplacar la ira de sus ciudadanos
Muchos analistas identifican un patrón común con otras protestas recientes en Ecuador, Bolivia y Argentina. “Seis años de una economía deprimida en América Latina ha hecho que las profundas iniquidades sean menos tolerables. Los escándalos de corrupción han traído descrédito a los políticos y los partidos políticos ya no son capaces de canalizar el descontento”. Pilas entonces con los “guardados”, si no estamos atentos a discutirlos y solucionarnos pasaremos fácilmente a las vías de hecho, peligrosamente impredecibles.