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Carlos Gómez
Martes 13 de marzo de 2018 - 12:00 PM

El Plan de Alimentación Escolar

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Todos los ciudadanos hemos sufrido, inermes, la ineficiencia estatal: los plazos no se cumplen, los tiempos tienen otra duración, la justicia para los de ruana, la indefensión del ciudadano frente a la prepotencia del Estado. Claro, si el Estado incumple, las multas llegan inmediatamente y las sanciones no dan espera, crecen geométricamente, y la arrogancia del empleado público es patética. Que el Estado deba al ciudadano es frecuente, pero jamás reconocerán intereses por deudas ni delicadeza para cobrarlas.

Conocimos esta semana la noticia de que el Departamento de Santander por fin contrató el PAE para los niños de la mayoría de los municipios. También se dijo que lo hizo con una empresa cuestionada seriamente. Demos el beneficio de la duda, con la esperanza de que les cumplan a los niños del departamento con el alimento que el Estado provee a los más pobres. Es evidente que con hambre no se puede aprender y que los bajos resultados académicos son directamente proporcionales a la desnutrición. El plan de alimentación se supone que da a nuestros niños un suplemento alimenticio; la verdad es que, para muchos, es la única comida del día. En varios casos que he conocido, el proveedor entrega diariamente una comida fría y otra caliente, balanceada en sus nutrientes, y decente en su presentación. También es cierto lo otro, ya informado suficientemente: pésima preparación, ausencia de higiene, pocas proteínas y falta de control de calidad.

Han pasado ocho semanas del año escolar sin el PAE; se pueden dar explicaciones del porqué no se hizo antes; de hecho, revisándolas, se reducen a burocracias ineficientes, funcionarios indolentes y tufillos de corrupción. La alimentación de los niños y la incapacidad de proveerles su merienda a tiempo debería hacer sonrojar a cualquier gobernante serio y preocupar a la ciudadanía. Pero no, este tema tiene pocos dolientes. Nos aterra que talen un árbol, maltraten a un animal, dañen una escultura -obvio que son temas importantísimos-, pero poco nos duele la realidad de nuestra niñez más pobre, que se le priva, oportunamente, del alimento; aquí el daño es a perpetuidad.

Quiero resaltar y reconocer que Bucaramanga está entregando el alimento a los niños desde el primer día de clase. Entonces, sí se puede, cuando hay voluntad política y transparencia.

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