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Christiane Lelievre
Miércoles 13 de octubre de 2021 - 12:00 PM

Hace 40 años

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Hace 40 años: aconteció en Bucaramanga lo que hoy se recuerda como la masacre del estadio, con un número todavía incierto de víctimas, muertas o heridas por balas del ejército en el estadio Alfonso López. Ese mismo año, en Francia se declaró la abolición de la pena de muerte. Dos hechos distantes pero significativos para pensar el valor de las vidas.

Más de 2/3 de los países del mundo han abolido la pena de muerte, en la ley o en la práctica. Entre otras razones, “porque niega los derechos humanos, es irreversible y se cometen errores y no disuade contra el crimen”. En Colombia la pena capital fue oficialmente abolida en 1910 por la Asamblea Nacional “en el nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”. Sin embargo, la abolición oficial en la ley no impidió su aplicación extrajudicial; y resulta que, en la práctica, la pena capital todavía es aplicada en Colombia, y fuera de control.

Son frecuentes las noticias sobre ciudadanos del común que deciden “hacer justicia” por sus propias manos, sin que tenga nada qué ver con la legítima defensa. Últimamente se multiplican los casos de ladrones asesinados por “ciudadanos de bien”, sin duda cansados de la inseguridad y la impunidad, y que se convierten a su vez en criminales. Atracar un billar no es pasible de muerte. Ajusticiar un menor de edad capturado por robar en un almacén es un asesinato. Parece que, aun siendo la pena de muerte constitucionalmente prohibida, es avalada por una franja de la sociedad colombiana. La inseguridad, los miedos y la intolerancia vengativa ahondan la fractura entre la ley y las costumbres.

La pena de muerte – legal o no - es una venganza encubierta que viola el sagrado derecho a la vida y, además, degrada a sus partidarios que no vacilan en apoyar la antigua ley del talión. Existen varios estudios que muestran que ni este castigo extremo es disuasivo para los delincuentes criminales sean cuales sean sus motivos. Es ilusorio pretender hacer desaparecer el crimen con el criminal, la oposición con el opositor, la disidencia con el disidente.

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