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Cristina Plazas
Sábado 15 de febrero de 2020 - 12:00 PM

Desidia, crueldad y crimen abominable

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Esta semana me invitaron a visitar una fundación maravillosa que alberga niños en abandono o en peligro, remitidos por el Icbf. Al salir, sentí una felicidad inmensa por el amor infinito que allí entregan a los niños; pero al mismo tiempo, una tristeza profunda por tantas historias de niños que llevan años en el sistema de protección sin que su situación jurídica se les defina por la ineficiencia, desidia y crueldad de algunos jueces, defensores y comisarios de familia.

Los defensores de familia son quienes definen la situación jurídica de los niños en protección; son los encargados de velar por sus derechos; y así como conozco unos maravillosos que les dedican su vida, también he encontrado algunos que resultan ser unos criminales.

En esta visita, conocí una niña de 7 años que ingresó con tan solo 3 añitos. Lleva 4 largos años esperando a que la declaren en adopción. La última noticia que recibió la fundación fue que el defensor había renunciado, sin haber hecho el empalme de sus casos. Los días pasan y a la niña le siguen violando el derecho a tener una familia.

Jamás olvidaré mi primera Navidad como Directora del Icbf; ese diciembre fuimos a entregar regalos a varias fundaciones y en una se me acercó Jennifer, una niña de 14 años, con una personalidad arrolladora quien me manifestó que el regalo que ella quería, era dejar de ser un número más en el sistema y una familia que la amara. Fue uno de los días más duros de mi vida.

Meses más tarde, Jennifer, se fue con una familia espectacular. Ella entró al sistema cuando tenía 5 años; le robaron 9 años de su vida, un crimen abominable.

También conocí a Kelly, a quien quiero como una hija; tenía en ese entonces 16 años, edad a la que ya no pueden ser adoptados los niños. Su hermana tenía 14. Entraron al sistema cuando tenían 6 y 4 años. Un día pidió hablar urgentemente conmigo para decirme que no soportaba que por culpa de su edad, su hermana perdiera la oportunidad de tener una familia como la de Jennifer, y que a aunque era duro para ella separarse de su hermana, su amor por ella era infinito y me pedía de corazón que le encontrara unos papás que la amaran con el alma. Y así fue; Laura hace parte hoy de una familia amorosa e invitan a Kelly las navidades.

Fueron 10 años perdidos; 10 años de desidia, de crueldad, en el que les robaron días de sus vidas, convirtiendo a Kelly en hija del Estado; 10 años que llevaron a la separación de unas hermanas, 10 años de un crimen que muchas personas, ignoraron.

Esta historia continuará en mi próxima columna...

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