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Cristina Plazas
Sábado 19 de septiembre de 2020 - 12:00 PM

Por una policía honorable

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Estas semanas han sido muy dolorosas para el país, no solo por los alarmantes hechos vividos el 9 y 10 de septiembre, sino por la falta de liderazgo que demostraron nuestros gobernantes en el manejo de la situación.

Muchos nos preguntamos: ¿Cómo se puede sentir una ciudad segura si en medio de las noches más violentas de los últimos tiempos en Bogotá, se evidenció una total descoordinación entre el gobierno nacional y el distrital? Esto pudo haber generado consecuencias aún mas graves de las que vivimos.

La actitud del presidente Duque y del ministro de Defensa ha sido desatinada y desafiante. Pareciera que por el afán de defender a la Policía no les importara llevarse por delante a las víctimas. ¿Cómo explicar que en su primera declaración felicitara al ministro y a los altos mandos por su gallardía luego de anunciar “investigaciones exhaustivas” que en la mayoría de las ocasiones no generan ningún resultado? Defender la institucionalidad no es vestirse un día con el uniforme de la Policía; es exigir la honorabilidad con que deben actuar todos los hombres que porte armas para proteger el Estado y reprobar con vehemencia a los que manchen su misión.

Por su parte, la alcaldesa López no puede seguir actuando con cálculo político y lanzando culpas a diestra y siniestra por las cosas que pasan en la ciudad que dirige; debe actuar como primera autoridad de policía de la Capital, como lo prometió en campaña. Esto no se logra ni con discursos ni con jugarretas de mal gusto como la del papelito en el evento de las víctimas, sino con determinación, voluntad política, acuerdos con el mando policial y recursos.

La Policía Nacional debe ser fortalecida, adaptándola a los cambios de la sociedad y de los retos en seguridad. Se debe recuperar el pie de fuerza. Mientras que en 2015 Bogotá superó los 20 mil policías, hoy apenas cuenta con 16 mil. Fortalecer la inteligencia y la contrainteligencia es fundamental para anticipar el crimen y mantener depurada y disciplinada la institución. Es necesario elevar su presupuesto, dotación, y tecnología, de modo que mejore su efectividad; fortalecer los procesos de selección y aumentar las horas de entrenamiento con enfoque en protección de derechos humanos.

Recuperar el espíritu del Plan Cuadrantes y de policía comunitaria no da espera, es así como se estrechan los vínculos con la gente.

Finalmente, es vital una reforma a la justicia que acabe la impunidad; motivo de frustración ciudadana pues ante crímenes de lesa humanidad, casos de corrupción, delitos contra ciudadanos y crímenes cometidos por funcionarios, existe la percepción de que no pasa nada, con lo cual el Estado y las instituciones pierden la legitimidad y ganan fuerza los bandidos.

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