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Diva Criado
Sábado 29 de septiembre de 2018 - 12:00 PM

La tutela, el patito feo de la Justicia

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La Acción de Tutela ha tenido desde su nacimiento en la Constitución del 91 tantos defensores como detractores. Las reformas propuestas a lo largo del camino la convirtieron en el patito feo de la Justicia. Con sus más y sus menos, algunos la ven como la forma mala de lograr cosas buenas.

Recuerdo que en el año 92, funcionarios de la Rama Judicial y entes de control hicimos un diplomado para actualizar conocimientos sobre la nueva herramienta jurídica.

En esa época los docentes eran magistrados de la Corte Constitucional, uno de ellos, Ciro Angarita, quien había participado como asesor de la Asamblea Nacional Constituyente, reflexionaba sobre sus beneficios como un avance significativo de acceso a la Justicia y de protección de derechos fundamentales

Era consciente de su potencial, pero también de su fragilidad.

Defensor de la tutela, consideraba que las violaciones al debido proceso, el error judicial, la deficiente gestión de los abogados no ocurrían ocasionalmente y gracias a ella, cualquiera podía demandar. Por esa época ya se debatía una reforma en el Congreso.

La acción de tutela como mecanismo excepcional se concibió para los menos favorecidos, y sin proponérselo se convirtió en un sustituto del sistema judicial, solucionador de asuntos que requieren rápida y efectiva intervención de la Justicia. Es el único mecanismo gratuito e informal al alcance de todas y todos, y ha permitido a muchos colombianos acudir a ella para acceder a la salud, medicamentos y en muchos casos ha salvado vidas. Considero que de lo anterior nada debe cambiar. Sin embargo, la tutela tiene una grieta que debe examinarse. No es un secreto la cantidad de tutelas que inundan los despachos judiciales y aunque esto no debe entorpecer su ejercicio, sí debe crearse un mecanismo de clasificación para su recepción, y el reparto distribuirse por especialidades y jerarquías de los jueces.

Para poner un ejemplo, traigo a colación un caso reciente, pendiente de fallo en segunda instancia.

Un estudiante de Derecho de una universidad santandereana interpuso una tutela, porque sus amigos lo sacaron del grupo de WhatsApp. La juez de primera instancia desestimó el caso, el estudiante consideró el fallo como una afrenta a su buen nombre e impugnó la decisión.

Casos como este abundan y colapsan el sistema judicial, no es serio que una herramienta tan útil sirva para impugnar cualquier cosa. ¡Ahí les dejo!

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