Al tiempo que comienzan a agitarse las campañas políticas que buscan obtener victorias el próximo 29 de octubre en alcaldías,...
La yuca deliciosa
Hay una hermosa crónica de Alberto Salcedo Ramos sobre la yuca en el desayuno. Cuenta que a principios de los años 70, el periodista y escritor Juan Gossaín vivía en una pensión bogotana, de la que salía todas las mañanas sin desayunar, todo porque en su desayuno no le ponían la yuca de su tierra, la yuca sabrosa y caliente de San Bernardo del Viento.
Nosotros amamos la yuca, así algunos la desprecien por ser comida de “pobres”. Ella es generosa. En todos nuestros restaurantes la sirven para acompañar la carne. Es como un “puntal” de campo para los obreros de una finca. Yuca y carne y algo de ají (otro producto maravilloso) y el hambre pasa y las energías se renuevan y vuelve la alegría de la vida. Dan ganas de bailar y cantar (Zorba el Griego decía que se entendía con las personas bailando porque bailar era una forma de la felicidad).
Originaria de América del Sur, la yuca fue domesticada hace unos 5.000 años y es cultivada en todo el trópico. Alimenta alrededor de 500 millones de personas en el mundo porque además de ser nutritiva es resistente y tolera sequías. Siempre rinde y resiste a las alimañas. Cabe en cualquier mesa, aristocrática o no, y alivia el hambre de los pobres tanto como el apetito de los ricos.
En Santander, la yuca sabe acompañar muchos platos y, como dice Salcedo, no nos parece que sea posible “una vida sin yuca”. “Así, desdichado, se sentía Juan Gossaín durante sus primeros días en Bogotá”. Hasta que una mañana, la señora de la casa lo detuvo con una súplica. Destape el plato, le dijo, y así Gossaín descubrió la humeante yuca. “Entonces, como un enamorado que reencuentra a su amada tras una larga espera, soltó aquella exclamación que le salió del alma: -¡Al fin te veo, yuca maldita!”
Nota: El alcalde se pone bravo porque le critican su gestión y el deterioro de la ciudad en todos los sentidos, y nos llama politiqueros. Llegó en los hombros de Rodolfo, al que después le dio la espalda como su mentor también lo hace. Abre las puertas a la politiquería pretendiendo dejar el otro alcalde que se la cree. Votamos por usted convencidos de que algo haría. Salga a gobernar que la ciudad se le derrite en sus ocupadas manos. Cálmese y gobierne. Planifique.