La historia demuestra que las naciones y regiones que han experimentado un desarrollo significativo han sido aquellas en las que el sector público y el empresarial se han unido y compartido responsabilidades y objetivos.
En época electoral, la cultura se vuelve patrocinadora de eventos políticos y la “usan” para favorecer a ciertos candidatos. No siempre ha sido así. En la alcaldía de Rodolfo Hernández no lo fue, pero en la de Cárdenas se volvió al mal camino.
Ahora, según el periódico Vanguardia y también el País de Cali (allá fue noticia), el IMCT está otra vez patrocinando la corrupción con la convocatoria amañada por $351 millones de pesos en la famosa Feria Bonita (nombre tan acaramelado) que se acaba de inaugurar.
Las dudas que deja toda esta situación tienen que ver con que pese a que no había todavía veredicto del jurado sobre quién ganaba el concurso público para participar en la elaboración de las carrozas de la versión 74 de la Feria de Bucaramanga, había un señor de nombre Hildelfonso Ardila (hay fotografías) que ya casi las tenía listas porque sabía que se la iba a ganar. Ya conocía el número del baloto o eso parece.
La cultura en su época fue un foco de despótica corrupción. Todo pasaba por las manos del director al que le sudaban las manos de la alegría. Ahora parece que esa costumbre esta retornando. Es el legado de Cárdenas.
La cultura y sus políticas son la base de la cohesión social y afirmadora de principios éticos y lúdicos. ¿Pero qué puede uno pensar de una cultura que patrocina el alcohol y estimula la falta de principios?
Ni siquiera debe haber una sombra de dudas ante la sociedad que perpleja ve como todo cae en la ciénaga de los torcidos y de los negocios.
¿Cómo no se va uno a preocupar al ver tanto dinero corriendo entre los bolsillos de los pobres a los que adoran solo en estás épocas electorales? Visitan sus casas, alzan sus niños, llevan mercados para después olvidarlos porque ya los llenaron de cerveza. Los tratan como a reinas para poder vivir a costa del erario.
Es importante salvar la cultura y no volverla un negocio, un asunto de rentabilidad. Se necesitan verdaderos estímulos en esta Bucaramanga tan violenta y tan maltratada. Es la ciudad donde hemos vivido casi todo el tiempo y donde reposan nuestros muertos. Solo por eso merece nuestro respeto.