Se llama Paula, en la época de los hechos tenía 25 años. De ojos dulces y boca fina todavía, caminaba como reina según me contó. Todavía tiene ese aire de reina olvidada. Un día Paula fue recogida con otras 53 putas para ayudar a elegir al Alcalde de un municipio de Santander, no voy a decir cuál. La politiquería, desde Capone, o quizás desde mucho antes, usa mujeres para conseguir poder electoral. Son enviadas a las autoridades y líderes para conseguir sus favores. Capone lo lograba casi siempre, y cuando no, enviaba a sus grupos de choque. Capone fue dueño absoluto de Chicago por 10 años, después de trabajar con Johnny Torrio, su jefe, del que dicen se basó Mario Puzo para escribir su novela El padrino. No estamos en Chicago, pero la historia de las 53 mujeres llevadas en dos buses fue real. Ellas cumplieron a cabalidad su encargo. Ese día las putas, que “también van al cielo” se utilizaron para decidir la suerte de una Alcaldía.
Sucedió así: recogieron a las 53 mujeres, una a una, y las llevaron en una flota. Allá las hospedaron en una casa donde habían comprado 60 catres. Cuando iban bajando a votar los campesinos, primero entraban a la casa alquilada, lo atendían con licor y con las mujeres y luego salían a votar por el candidato, y si querían volver, lo podían hacer y repetir. Paula atendió ese día 20 campesinos. Terminada la jornada electoral triunfante, recogieron a las mujeres y otra vez a Bucaramanga. Paula dice que les cumplieron. “Las putas piden paso, no permiso”, suelta.
Como dije, esas formas de hacer política no son nuevas en Colombia ni en el mundo. Rafael Reyes compró su presidencia, o dictadura, a un cacique guajiro que era general. Presidencias compradas con dinero, como la de Samper, o con la fuerza de las armas otras.
Una persona que haga trampa en su vida cotidiana, que robe, que corra la cerca, que venda productos alterados, que compre autoridades para lograr beneficios de algún tipo, es una persona que venderá su consciencia política también a cambio de dinero o favores. ¿Cambiaremos?
