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Edmundo Gavassa Villamizar
Martes 11 de junio de 2019 - 12:00 PM

La fiesta de Italia

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Se celebra el 2 de junio como consecuencia de la creación de la República en 1946. En Bucaramanga fue celebrada por el consulado, con una misa en la catedral de La Sagrada Familia. En la homilía, el sacerdote se refirió a los valerosos emisarios de antiguas culturas, que pletóricos de acción treparon deliberadamente en el exótico palpitar de un nuevo mundo.

La emigración hacia otros pueblos libres fue entonces una ilusión y un compromiso para la comunión de varias parentelas. Sobre América Latina se dilató un delirio humano, que ofreció satisfacciones y curó el sollozo de muchos hombres.

Bucaramanga no fue excepción en el concierto latinoamericano. Nuestra región recogió instantes de pudor ofrecidos a los caminantes que buscaron el encanto de nuestro suelo.

Ocasión para recordar los apellidos que aún subsisten en nuestros lares: Basso, Burzi, Capriotti, Caputti, Casiello, Covelli, Fossi, Frasca, Giordanelli, Giorgi, Grimaldi, Guariglia, Inmediato, Malfatti, Marocco, Massei, Medaglia, Monticonni, Martinellii, Motta, Negrelli, Pavoline, Perrage, Peruchini, Raffo, Ragonessi, Sammer, Santarelli, Stella, Gavassa, Mibelli y Trevisi. Excusas por los que involuntariamente olvidamos.

La ciudad conserva como ícono el edificio del Club del Comercio, construido por el italiano Pedro Colombo Monticoni, bajo la dirección del también italiano Quintilio Gavassa Mibelli. Se trata de una réplica del palacio en donde pernoctó Napoleón Bonaparte durante su estadía en la Isla de Elba en Italia; tierra natal de Gavassa.

Para desgracia de Bucaramanga, muchas casonas y edificios han sido destruidos para dar paso al mal llamado progreso. Numerosas edificaciones fueron diseñadas por Manticoni y otros extranjeros, quien además trabajó en los diseños del acueducto de la ciudad. Lo más triste es que quienes se jactan de ser los protectores de nuestra memoria aprovechan la oscuridad de la noche, para derrumbar las viejas reliquias que aún quedan en la urbe. Recientemente se derrumbó el viejo Café Centenario; desde sus balcones se oyeron las mejores arengas políticas de la época.

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