No encuentro explicación alguna para que los indígenas del Cauca sigan con el cuento que son ancestrales, razón por lo cual el gobierno los trata en forma preferencial. Les dan millones de pesos en auxilios, tienen sus propias leyes, quieren mandar en el país, poseen miles de hectáreas, Intervienen en política, solo utilizan camionetas de alta gama y son los “intocables”.
Releyendo “Los Caminos del Inca” de Clarita Blanco de Galvis, volvimos a recordar nuestras visitas a Silos, cuando aún teníamos aliento para las caminatas exploratorias en nuestra ya lejana juventud y época en que el municipio no tenía los servicios básicos esenciales como son el agua y la luz. La huella incaica se percibe desde el momento de apearse en las empinadas calles del pueblo. En mula recorrimos el camino de piedra construido en escalinatas que de Silos conduce al río Cáraba; allí realizamos la primera experiencia en pesca, picó una carpa.
El puente del río era moderno, las viejas tablas habían dado paso al modernismo. Nos contaron los moradores, otrora el pueblo había adherido a Tupac Amarú. ¡Qué viva el Rey Inca y muera el Rey de España y todo su mal gobierno y todo aquel que saliere en su defensa! Parece que nuestros indígenas, si así se les puede calificar, piensan que están en esas circunstancias, cuando las mingas no recibían rentas estatales.
Nuestras etnias eran muy pobres, la muestra es lo que exhiben en los museos; diferencia con Perú o Méjico. Excavamos tumbas en la región de La Purnia, hace ya muchos años, solo encontramos esqueletos completos que se conservaban intactos. Esa osamenta la llevamos al Museo de la Casa de Bolívar, ha venido desapareciendo paulatinamente; ya no se muestra por razones de ética. Particulares tienen parte del museo.
Afortunadamente algunos interesados vuelven a completar las colecciones para bien de los que nos van a sustituir. ¡Reconozcamos el pasado!
