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Eduardo Durán
Jueves 29 de octubre de 2020 - 12:00 PM

Huecos, hendiduras, derrumbes

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Si estas palabras correspondieran a una adivinanza, la respuesta probable podría ser: trocha o camino de herradura; pero la verdadera respuesta es: vía Bucaramanga-Bogotá.

Nos cuentan que ya se cumplieron ocho meses de trabajo en los tramos destruidos por la ola invernal entre Piedecuesta y Pescadero, pero que no podrán estar listas las obras para diciembre, tal como habían sido pactadas, y que tocará esperar para una fecha dentro del primer trimestre de 2021.

He recorrido recientemente ese trayecto y la verdad es que se siente uno transitando por entre un camino a un lugar extraño y lejano: los huecos abundan por todas partes, los boquetes en la vía, los puentes deteriorados, los sucesivos trancones por la interrupción del tránsito, las filas en los peajes, porque no existen suficientes ventanillas de recibo de pago, además de que ninguno tiene mecanismo electrónico, lo que genera una congestión absurda. Fuera de eso, cada vez más construcciones encima de la vía, lo que hace que se perturbe el paso al encontrar perros, gatos, mulas y vacas que se vuelcan encima de los vehículos. Y el paso por las poblaciones hace también tedioso y azaroso el recorrido: pasar por San Gil significa agregarle casi media hora al trayecto.

Una vía así no puede ser de ninguna manera el vehículo para la modernidad, ni la alternativa para la competitividad y para el desarrollo. Les decía en anterior escrito que en estos momentos 12 capitales de departamento tienen asegurado el proyecto de doble calzada, y Bucaramanga no. Lo que significa su sentencia de muerte frente a las expectativas de crecimiento, pues quedará hacia el futuro como una ciudad de quinta categoría, que dependerá, además de una vía de bajas especificaciones, en que su trayecto quede interrumpido indefinidamente por un aguacero o por un desbordamiento de una quebrada.

Muchos mensajes he recibido con motivo de las columnas que he dedicado a este tema, en donde los lectores me han expresado su perplejidad ante las deplorables circunstancias de la vía; para esta nueva, quise consultar la opinión del gobernador Mauricio Aguilar, y para tal efecto le escribí a su chat el 18 de agosto; ninguna respuesta.

Posteriormente, el 18 me comuniqué con su asesor John Delgado y le informé sobre el deseo de hablar con el Gobernador, en donde además le expliqué el motivo, y me dijo muy amablemente que al día siguiente el Gobernador me abriría un espacio.

De ahí en adelante me ha seguido contestando el doctor Delgado, muy amable siempre, informándome que ya pronto me va a llamar, y ya podemos contar dos meses y medio, y la llamada no se produce.

No voy a especular sobre si el tema le interesa o no, pero nos gustaría saber a los santandereanos, cuál es su opinión frente a este tema que es fundamental para la vida del departamento, o por lo menos por qué no quiere opinar sobre el tema.

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