martes 25 de julio de 2023 - 12:00 AM

Eduardo Muñoz Serpa

Colombia amarga

El almanaque me situó ya en la tercera edad y, a estas alturas, con angustia oigo diariamente comentarios expresados por seres de las mas diversas procedencias y colores políticos, todos asombrosamente parecidos a los que cuotidianemente oiamos quienes fuimos niños en los años 40 del siglo XX y en esas calendas dábamos nuestros primeros pasos.

¿Por qué asombrosamente parecidos? Porque hoy, como en ese entonces, los comentarios, todos, son pasionales, intolerantes, agresivos, llenos de egoistas resentimientos, alimentados por el ánimo de deshonrar a sus oponentes. Igual fue cuando éramos niños y ello hizo que mi generación fuera de desplazados, con millares de huérfanos que crecieron con un por qué atravezado en la garganta que los volvió parteros de más violencia.

Las posiciones políticas hoy, de todos los bandos, como en los años 40 y 50 del siglo XX, son soberbias, confusas, y cual ocurrió en la antesala de la amarga violencia política desatada a partir del 9 de abril de 1948, hacen recordar lo que expresó Rafael Uribe Uribe cuando apagaban las llamas de la Guerra de los Mil Días: “...Hablábamos de hacer patria... cuando estábamos acabando con la poca que teníamos...”.

Posiciones pasionales y ciegas en 2023, semejantes a las de los años 40 del siglo pasado, igual a las de principios del siglo XX que provocaron la Guerra de los Mil Días, similares a las que llevaron a todas las guerras civiles del siglo XIX.

Generación tras generación la patria da políticos, gobernantes, opositores, analistas, periodistas, que imprudentes, soberbios, intolerantes, ciegos de pasión, actúan como lo hicieron en los albores de la república los bolivarianos y los santanderistas, luego gólgotas y draconianos, enseguida los federalistas y centralistas, luego los regeneradores e independientes, seguidos de conservadores y liberales,... pasiones ciegas, todas parteras de violencia.

Llevamos 204 años viviendo entre la violencia, verbal, física, y tras cada ola de ella sigue una capa espesa de silencio, que antecede a otra ola de violencia. Así hemos sido, sin pausa.

No hay pecado que como república no hayamos cometido, dirigentes ineptos, torpezas políticas, falta de ponderación, insensatez, y en los momentos aciagos brillan personas que no ven nada más allá de sus propios odios, agresivos, contradictorios, personajillos que impiden que el país salga de la charca en que chapaleamos hace más de 200 años ...

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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