Eduardo Muñoz Serpa
El ocaso de los partidos
El pasado 22 de marzo, cuando muchos apostaban a que el Congreso “hundiría” el Plan de Desarrollo, una jugada llevada cabo por el presidente Iván Duque, logró salvarlo en el último momento.
Para unos Iván Duque le ganó el pulso a César Gaviria y a Germán Vargas Lleras, desmoronó la jefatura de Gaviria en el Partido Liberal y sepultó el proyecto político nacional de Germán Vargas Lleras ante los intereses locales y la solidaridad de región impulsada por la casa Char.
Muchas de las miradas dadas al asunto son episódicas, no van al fondo del problema; no se percatan que lo ocurrido pone en evidencia que a los partidos políticos les llegó la oscuridad de la noche.
Cuando por encima de la disciplina partidista priman las ansias de “mermelada”, cuando la estructura plasmada en los estatutos de un partido político se vuelve “rey de burlas”, cuando la voz dominante la tienen electoreros que solo ansían tener sus propias islas de poder para alimentar sus apetitos burocráticos, el partido político se desmorona pues no puede ser un carnaval en el que cada cual usa el ideario como disfraz de “marimonda”, para tapar su verdadera faz.
Lo ocurrido el viernes pasado fue grave. La jugada de Iván Duque, que le dio una victoria episódica, pone en evidencia muchas cosas.
¿Hacia dónde vamos? Nuestros partidos políticos están tan a oscuras como Adeco y Copei en la Venezuela de los años 90 del siglo pasado, cuando su ocaso hizo que oficiaran de parteros del triunfo del proyecto político de Hugo Chávez. O puede ocurrirnos algo parecido a lo que en materia política vive hoy Italia, o llevarnos a la inestabilidad por que atraviesa España.
Cualquiera que sea la opción, el porvenir es de pronóstico reservado. Lo que sigue está sin descifrar y mucho del mañana está en manos de los electoreros. ¡Eso da pánico!