Lo deseable es que todos, durante estas festividades que apenas comienzan, sean responsables de sí mismos, de sus familiares y de todas las personas con las que compartan en sitios públicos, para que en un mes celebremos también haber pasado un diciembre amable, pacífico y seguro.
Desde mediados de 1957, cuando mi familia se trasladó a vivir al entonces joven barrio Cabecera del Llano, comencé a encontrarme, diariamente, camino del colegio San Pedro Claver, con contemporáneos míos que vivían en tal sector y estudiaban en el mismo plantel educativo. Decenas de niños y adolescentes transitábamos en ese entonces sus calles, camino del colegio. El barrio, los recreos escolares, partidos de fútbol, juegos de maras, “vueltas a Colombia” con tapas de botellas de gaseosa, las ciclas, los patines y la vida nos hizo camaradas para siempre. Uno de ellos era Francisco Valderrama Mutis, ‘Pacho’.
Años mas tarde, la vida nos llevó a Bogotá, donde cursamos estudios universitarios en los inolvidables años 60. ‘Pacho’, renunció a la posibilidad de ser ingeniero, estudió Filosofía y, con su compañero de aulas escolares y universitarias, Sergio Acevedo Gómez, iban a conciertos de la Orquesta Sinfónica, a ver obras de teatro, a conferencias, mucho cine y tertulias en cafeterías.
La vida labró el sendero de cada cual. A Sergio lo hechizó la música, a ‘Pacho’ lo absorbió la política y una determinada cosmovisión ideológica del mundo. Cada cual se dedicó a lo que le atrajo.
‘Pacho’ fue desde entonces y hasta su muerte, disciplinado, entusiasta y fervoroso intérprete, divulgador y defensor de la cosmovisión ideológica de la sociedad en que creyó. Lo hizo sin ambición personal, ni ruído, repudió enfoques burdos, la arrogancia, el fanatismo, fue testigo de excepción de los flujos y reflujos de su ideario, perseveró sin desmayo, se percató de que muchas cosas debían reordenarse, supo que toda ilusión era más complicada de lo imaginado, criticó el mecanicismo, sabía que las cosas no siempre iban hacia adelante, que había largos ciclos de estancamiento, de retroceso, pero que nunca nada se detiene completamente.
Un día, hablando, me comentaba de lo distinto que había sido su sendero del de otros miembros de su familia paterna, seres que brillaron y ocuparon cargos de primer orden en el Estado y la política y, sonriendo, expresó: ideologicamente entiendo las cosas desde otro ángulo pero –resaltó- en la segunda mitad del siglo XX cinco primos hermanos fueron, en distintos momentos, por sus propios méritos, ministros, y ninguno tuvo tacha o señalamiento que avergüence.
Fue buen amigo, agradable, lúcido, desprendido. A lo largo de la vida gocé charlando, intercambiando ideas y hechos con él. Hasta pronto ‘Pacho’.