martes 08 de agosto de 2023 - 12:00 AM

Eduardo Muñoz Serpa

Jaime, hasta pronto

En la mañana del pasado 3 de agosto, los columnistas de Vanguardia recibimos una nota electrónica enviada por la esposa de Jaime Forero Gómez quien, con tristeza, nos informó que había terminado el ciclo vital de ese preciado santandereano y fraternal amigo.

El corazón de Jaime se agotó mucho antes de lo que hubiéramos querido quienes le apreciábamos y, al ocurrir ello, Santander perdió un ciudadano sin tacha y muchos tomamos conciencia de que se había ido para siempre un amigo y camarada.

Desde niño conocí y me percaté de la calidad humana de los Forero Gómez. Cuando aprendía mis primeras letras, compartí los bancos escolares con su hermano Carlos Raúl y mientras garrapateábamos perfiles y palotes, comencé a labrar una fraterna amistad con él, la que duró hasta el último de sus días. Más tarde brotó la amistad con sus hermanos, Enrique, Jaime y Margy y, desde entonces, he sabido lo gratos que son los Forero Gómez, cuyos ancestros son una sumatoria de gente buena y afable, sin dobleces.

Gracias a mis hijos, quienes fueron pacientes de Jaime, conocí su faceta de médico, su conocimiento de las ciencias de la salud, su atinado ejercicio profesional, la bonhomía y desprendimiento con que auxiliaba a quienes buscaban sus servicios profesionales.

Corrió el tiempo y, gracias a Vanguardia, Jaime nos sorprendió gratamente con otro atributo suyo fenomenal: era un exquisito analista y comunicador de los hechos de la colectividad, divulgador de los avances de la ciencia médica entre sus lectores. Si. Aprovechó atinadamente la hospitalidad de las páginas de opinión de Vanguardia y difundió magistralmente los avances de la ciencia a la que dedicó su vida profesional.

Desde hace varias décadas el y yo teníamos algo más en común: achaques cardiovasculares, de lo que solíamos hablar y me hacía sugerencias basadas en su amplio conocimiento de la medicina.

Pero todo, la amistad de mis mayores con sus ancestros en la añosa San Gil, mi camaradería con él y los suyos, el grato placer de buscar en Vanguardia sus interesantes columnas de opinión, el saber que tenía un buen amigo, todo, fue azotado por un vendaval cuando leí la nota que nos envió Mariluz, su esposa, informándonos que había llegado a su fin la vida de Jaime. Hasta pronto, amigo.

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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