Falleció Jorge Carreño, santandereano que encarnó los mejores valores de las gentes de nuestro terruño e hizo de la modestia y la prudencia los rasgos más resaltantes de su carácter. Cumplió la misión que se impuso en la vida sin abandonar su solar nativo, sin dejar a un lado el placer de mirar los amaneceres en las breñas en que anidaron sus mayores, sin renunciar a oír la cantarina melodía que brota del milenario río cuando sus aguas esquivan las gigantescas piedras que el tiempo ha labrado, ni dejar de sentir la fresca brisa matutina que juega con las arboledas y los cafetales cercanos a la añosa villa de San Gil. Laboró con tesón, disciplina y perseverancia, dedicó su existencia al estudio, la reflexión, impartió justicia con transparencia y rectitud, guió en las aulas universitarias a los jóvenes que cruzaban el umbral del conocimiento jurídico.
Se hizo abogado en el Externado de Colombia, maestros tales como Ricardo Hinestrosa, Antonio Rocha, Darío Echandía, Carlos Lozano y Lozano, Agustín Gómez Prada, José J Gómez, levantaron los pilares para su larga y pulcra vida como abogado, juez, magistrado, docente y hombre de bien. Lo sembrado por sus guías fructificó con creces en Jorge Carreño, quien tras brillar en la Rama Judicial, llegó en su solar nativo a la cumbre de una ancianidad llena de lucidez y decoro, fiel a lo que mejor hizo siempre, servir a los suyos, a su tierra, a su profesión, a la cátedra, a la administración de Justicia, a su país.
Sus méritos lo guiaron a lo largo del transparente sendero que siguio desde cuando fue Juez Municipal hasta cuando fue magistrado de la Corte Suprema y presidente de tal corporación, honrando los cargos y dignidades por los que pasó, actuando siempre con sapiencia y modestia, bondad y entrega.
En Jorge Carreño nunca hubo opacidad, a nadie hizo mal, ni dio paso indecoroso alguno. Fue un hombre justo, ejemplo de sana tolerancia y convivencia pacífica. Hoy, desafortunadamente, es otro ausente.
