martes 01 de agosto de 2023 - 12:00 AM

Eduardo Muñoz Serpa

Una inteligencia atribulada, Oppenheimer

En la mitología griega Prometeo es un titán benefactor de los mortales, quien le robó a los dioses el fuego para dárselo a los hombres, siendo castigado por Zeus. Con el título “Oppenheimer, el Prometeo americano”, Kai Bird y Martin Sherwin escribieron un interesante y premiado libro sobre la vida de este físico nacido en Nueva York, hijo de migrantes judíos alemanes, quien fue el director científico del Proyecto Manhattan en los años 40 del siglo XX (cuyo objeto fue desarrollar la bomba atómica) en Álamo Gordo, Estado de Nuevo México, y el dilema de conciencia que vivió desde entonces al percatarse del daño causado a la humanidad por tal arma, tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. La versión fílmica del libro se exhibe en los cines, es una bien lograda película que resalta tal episodio bélico y la “caza de brujas” de mediados del siglo pasado en E.E.U.U. Viene como anillo al dedo ahora, cuando ‘juegan’ a acelerar la posibilidad de una tercera guerra mundial, haciendo eco al verso del épico poema hindú: “ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, que amargamente recitaba Oppenheimer ante el apocalipsis provocado por su trabajo científico.

J Robert Oppenheimer, brillante, atribulado, amante de la literatura clásica, estudió Física experimental y teórica, filosofía, literatura, idiomas, tanto en Harvard University, como en Inglaterra en Cambridge (obteniendo nota de Summa Cum Laudem), en Alemania en las Universidades de Gotinga, Utrecht, Zurich, Leiden; profesor en Harvard University y Berkeley.

Fue director científico del ultrasecreto Proyecto Manhattan, y mientras su país celebraba el éxito logrado en la guerra, lo carcomió el sentimiento de culpa, se opuso al desarrollo del paso siguiente, la bomba de hidrógeno, siendo ello aprovechado por sus malquerientes, J Edgar Hoover, el FBI, la burocracia, los celos profesionales. Fue espiado, “chuzaron” su teléfono, fue incluido en el índice de detención preventiva para detenerlo en caso de emergencia nacional, le retiraron sus acreditaciones de seguridad, obstruyeron sus trabajos científicos, fue injustamente acusado de ser un riesgo para la seguridad nacional, juzgado en 1954 y 1959, siendo ambos juicios amañados, desequilibrados, violatorios del debido proceso, con testimonios falsos, y aún así, los fallos fueron absolutorios pero se le prohibió acceder a secretos militares.

Murió en 1966. Quedan sus trabajos sobre los agujeros negros, el copalso gravitacional, las estrellas de neutrones, las antipartículas.

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
Otras columnas
Publicidad
Publicidad
Publicidad