A Santander, el Estado Central le ha negado desde hace más de un siglo la posibilidad de acceder al desarrollo y conectarse...
Adiós Silvia
Toda muerte nos duele, pero hay algunas que nos tocan más que otras, en razón a la forma como el ejemplo de quien se va ha ayudado a formar nuestra propia cultura.
Los humanos crecemos apoyándonos en lo que aprendemos y en lo que captamos de quienes interactúan con nosotros; ésta es nuestra vivencia en relación con Silvia Galvis Ramírez a quien conocimos a través de sus escritos, aprendiendo que quienes gozamos del favor de los medios de comunicación tenemos más obligaciones con nuestros lectores, que las que tenemos con nuestros intereses.
Escribir es un compromiso social que debemos enfrentar con ética, coraje, determinación y honradez de criterio, a fin de que quienes nos lean puedan pensar con la misma libertad con que nosotros publicamos.
Eso lo aprendimos de Silvia leyendo sus columnas y viendo cómo carecía del miedo que acobarda; de los intereses personales que obnubilan y de otros propósitos diferentes al de decir lo que sentía, cómo lo sentía y a la hora en que lo sentía.
Siempre nos impresionó la mordacidad al expresar sus ideas haciendo gala de la reciedumbre que teníamos los santandereanos, que por una u otra razón hemos ido perdiendo al paso de las nuevas generaciones y que, consideramos, debe rescatarse para evitar que aquello que hizo grande este pueblo, acabe convirtiéndose en un simple dato histórico cultural.
Si hubiera más gente con el carácter que tenía Silvia, hoy no tendríamos que pasar la vergüenza pública que nos atormenta cuando miramos quiénes y cómo son los que fungen como políticos regionales.
Por eso lamentamos la pérdida de quien nos deja su ejemplo como una herencia que debemos implementar y hacer crecer para volver a ser ese pueblo verraco que alguna vez fuimos.