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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 02 de abril de 2020 - 12:00 PM

Cómo y cuántos saldremos adelante

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Tenemos el convencimiento de que vamos a salir de esta complicada situación; lo que en verdad nos angustia es cómo, pues nadie estaba preparado y este tipo de cosas causan, como lo estamos viendo, un gigantesco desajuste social.

Sentimos que el miedo se volvió un negocio; que los medios de comunicación y las redes virtuales nos han hecho más daño que el mismo virus creando una psicosis colectiva que terminó generando una situación que al final va a ser más perjudicial que el mismo mal.

La economía terminará siendo la más importante víctima de este virus, pues el daño que está sufriendo va a necesitar unas determinaciones de reconstrucción que quizás no tengamos los medios para tomarlas.

Sufriendo está todo aquel que tiene un emprendimiento particular pues no vende porque quizás no puede o porque hoy lo único que interesa es tener con qué comer y todo lo demás empieza a afectarse notablemente; el caso de las empresas, que lo vivimos en razón del oficio, golpeadas por las altísimas cargas con las cuales han venido siendo gravadas podrán sobrevivir un tiempo, muy poco además y luego terminarán muertas por sustracción de materia, porque no basta tener buena voluntad y ganas de ayudar si la misma dinámica económica termina por asfixiarlas.

No sé cuántos empleos se han perdido y menos cuántos se perderán, muchos de los cuales no se recuperarán jamás y pensamos que eso no se resuelve como lo determinan los burócratas oficiales apelando a una responsabilidad social solidaria pues ella sin recursos también terminará por dejar de existir.

En el año 2017 según estadísticas, 32 millones de norteamericanos terminaron infectados por una gripa, pero la dinámica comercial se mantuvo y muchos ni siquiera se dieron cuenta.

A los de arriba no los afecta; para los de abajo se están creando medidas de auxilio, pero a los del medio que somos un porcentaje importante, nadie nos protege y con seguridad terminaremos investigados y sancionados por lo que hicimos para sobrevivir.

Angustia la idea de si el remedio resultará más perjudicial que el mismo mal.

Por ahora, que la tragedia nos coja confesados.

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