No podemos confiarnos y olvidar que el descuido de nuestras obras de infraestructura, en cualquier momento pueden desencadenar consecuencias catastróficas, pues son elementos fundamentales de la vida urbana que pueden o no estar en riesgo.
En Colombia siempre ha existido una diferencia entre el voto de opinión y el voto amarrado, siendo éste, casi siempre, el que define una votación.
El primero hace referencia a aquellas personas que escogen libremente su candidato y se presentan voluntariamente a las mesas de votación el día correspondiente; el amarrado es el impuesto con: lechona, buses gratis, tejas, bultos de cemento, algo de dinero y además, manejado por el promotor del mismo que se ofrece a los candidatos quienes quedarán comprometidos con los que los apoyaron y que en nuestro medio casi todos sabemos quiénes son.
Ahora bien, el gobierno actual, experto en estos logros, hace lo mismo que acabó con la democracia en Venezuela que es llevar la oposición a la división, lo cual facilitará llegar al poder con muy pocos votos.
Esto no es una novedad, corresponde al plan trazado desde el Pacto de Río cuyo libreto conocido por todos es ignorado por la indiferencia ciudadana que nos afecta, facilitando que el mismo se cumpla a perfección. Miremos nada más entre nosotros: hay 15 candidatos a la alcaldía de Bucaramanga y 11 al gobierno departamental, lo cual permitirá que con muy escasos votos se pueda ganar la elección y curiosamente serán los que tienen el voto amarrado.
Esto permitirá que el gobierno tome los puestos claves del poder y acabe con lo que queda de país, para desgracia de todos los ciudadanos, incluso de aquellos que por su ambición personal se prestaron para ello, para lo cual pretenden acabar la oposición como sucedió en Venezuela; tendremos entonces una dictadura Petrista, pues nos negamos a comprender que el gobierno termina siendo una falsa democracia de bolsillo y si no miremos lo sucedido en los países donde impera el cacareado socialismo del siglo XXI.
Desafortunadamente, las cartas ya están echadas y ningún candidato tendrá la grandeza de renunciar a su intento porque las ansias de poder pesan más que la realidad, sobre todo si son sazonadas con el erario que en Colombia no deja de ser una tentación para todo el que logra alcanzarlo.
En nuestras manos está hacer que las cosas cambien; solo que debemos tener la disposición de conocer quién, qué ofrece, quiénes están detrás de los candidatos y con qué dinero van a cumplir las promesas electorales.