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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 02 de julio de 2020 - 12:00 PM

La indolencia judicial

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La justicia es el entramado por donde transita el derecho aplicado a los hechos que se dan en una colectividad.

Hubo tiempos en que quien mandaba dictaba las leyes, las ejecutaba y sancionaba a quienes las violaban; eso se le llamó tiranía. Luego se estableció el contrato social y se dijo: uno dicta las leyes, otro las ejecuta y uno diferente hace que quienes no las cumplan lo hagan o paguen por ello.

En Colombia aplicamos este modelo; solo que cuando una de las ramas falla, la estructura social se afecta y aunque no lo hayamos querido entender, aquí fallan las tres. Quienes hacen las leyes son absolutamente cuestionables y ello explica por qué los bandidos tienen tanta protección. El ejecutivo se ahoga en un barzal político que todo lo traba y el judicial hace mucho perdió su razón de ser, consumido por su propia descomposición.

En Colombia muy pocos confían en la Rama Judicial por su ineficacia, pues ante la violación de un derecho, el procedimiento para reivindicarlo tarda años en resolverse, lo cual explica por qué, con un poco de astucia, es fácil violar la ley.

Es tal el desaliento de las gentes frente a las soluciones de la institución judicial que llevamos cuatro meses sin justicia y solo unos poquísimos abogados han levantado la voz para reclamar, pero si miramos la sociedad civil, es decir, los gremios, las asociaciones, las instituciones públicas y privadas, las empresas y las personas individualmente consideradas, ellos no han hecho, que se note, manifestación alguna de descontento.

Adicionalmente, es la segunda vez que enfrentamos este doloroso espectáculo; hace unos años, el aparato sindical que agrupa a sus trabajadores paralizó también la justicia durante varios meses, alegando reivindicaciones laborales, y tampoco pasó absolutamente nada, pues las gentes pensaban que un proceso que normalmente dura diez o más años, que se aplace unos meses carece de verdadera importancia.

Debe reestructurarse la rama eliminándose la vitalización de sus cargos, pues basta tener la suerte de lograr entrar para tener la garantía de que solo se saldrá pensionado.

Una justicia ineficaz abre la puerta a una violencia irracional.

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