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Eduardo Pilonieta Pinilla
Jueves 31 de octubre de 2019 - 12:00 PM

La suerte está echada

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Cada pueblo elige los gobernantes que se merece y nosotros ya lo hicimos; de modo que la suerte está echada y ahora solo nos queda enfrentar las consecuencias.

Hubo un cambio de todas maneras, pues en algunas partes se impuso el voto de opinión sobre el de las maquinarias y además se puso de manifiesto que los partidos políticos tradicionales están muertos, aunque mal enterrados.

Como se observó, en el futuro, los candidatos pueden llegar a serlo por mecanismos diferentes al de los avales, que terminaron convertidos en otra fuente de corrupción, pues éstos se podían comprar casi hasta en los supermercados.

Bucaramanga, la nuestra, terminó fortalecida, pues primó el voto de opinión por sobre las campañas orquestadas por quienes buscaban llegar más a la Tesorería que a la Alcaldía como tal; además, se logró una cosa absolutamente extraordinaria que fue sacar del Concejo a esa colección de personajes nefastos enquistados en la administración, chantajeando al Alcalde de turno para aprobarle los proyectos que éste sometía a su consideración convirtiéndose en un verdadero obstáculo, todo porque este, a buena hora, les desmontó el andamiaje sobre el cual habían cimentado su negocio personal.

Ahora vendrán nuevos vientos y sentimos que, saneada como quedó la cosa municipal, tenemos la obligación de cerrar filas en torno al nuevo mandatario local para que su labor sea de utilidad, máxime cuando recibe una administración saneada económica y moralmente.

De igual manera, a los ciudadanos nos toca continuar vigilando las actuaciones de los nuevos elegidos para lo cual contamos con las redes sociales que han demostrado su eficacia, ya que gracias a ellas muchos desconocidos dejaron de serlo y sin mayores recursos hicieron campañas efectivas, pues todos tuvimos la ocasión de enterarnos de sus propuestas para lograr el favor popular.

Bumangueses, tenemos el deber social de seguir luchando contra la corrupción y los santandereanos todos, de auditar con coraje las acciones de nuestros gobernantes y de quienes los rodean, pues muchas veces es ahí donde están los verdaderos y soterrados corruptos.

Ya matamos el tigre, ahora que no nos vaya a asustar el cuero.

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